María Carla y su hermana, dos cubanas que abordaron un vuelo La Habana-Panamá la semana pasada, retomaron así su antigua ocupación como «mulas», comprando mercancías en el extranjero para regresar a revenderla en la isla, con la diferencia de que esta vez, no hay vuelta atrás.
Alegó: «El negocio iba bien hasta que llegó la pandemia». Para no saltar las alarmas de las autoridades migratorias, ambas compraron boletos de ida y vuelta al país centroamericano, además de cargar con una gigantesca lista falsa de productos a comprar y hasta reservaron 7 noches en un hotel.
Primeramente, las villaclareñas habían pensado en solicitar la nacionalidad española gracias a la Ley de Nietos (por ser descendientes de canarios), pero el proceso resultó infructuoso y consiguieron obtener una visa de turismo de 5 años para el país istmeño.
Comentó su hermana: «Nos cambió la vida, en menos de dos años nos mudamos para La Habana y abrimos una boutique ilegal donde vendíamos desde móviles hasta calzoncillos. Volamos tanto que teníamos un montón de puntos en el programa de fidelidad de Copa Airlines y era raro el viaje que no fuéramos en primera clase».
María Carla confesó que antes de la pandemia, «yo levanté 6.000 dólares de ganancia y mi hermana otros tantos. (…) No nos hemos casado, aunque las dos tenemos parejas, pero con eso de los viajes siempre preferimos no hacer una unión sólida».
Solían mantener un estilo de vida muy privilegiado en La Habana, pero el virus de la COVID-19 mandó todo a paseo en abril de 2020. Reconoció: «En este tiempo nos comimos todos los ahorros y vendimos casi todos los electrodomésticos que teníamos de uso en nuestra casa».
Pudieron entonces alcanzar un par de boletos para Panamá en este mes de diciembre: «Entre las dos pagamos más de 3.000 dólares porque tuvimos que adquirir el viaje redondo, ida y vuelta, para no levantar sospechas».
Ya en la nación centroamericana, tomaron rumbo a la Gran Terminal Nacional de Transporte (Terminal de Albrook), para tomar un autobús hacia otros países de la región continental: «Cuando salí después de casi dos años sin poder viajar me sentí que podía volver a respirar. Si estando allá adentro tomamos una decisión, la hemos confirmado ya aquí afuera. Pa’ atrás ni para coger impulso. Este viaje no es para llevar pacotilla, es para lograr un futuro».
En la misma estación de Albrook, se encontraba otra familia cubana con dos niños, y llevan todas sus pertenencias en unas cuantas mochilas. El padre mencionó que tienen pensado partir hacia Costa Rica e ir «subiendo de país en país hasta llegar a la frontera de Estados Unidos».
Desde que se restableció el programa «Quédate en México», lo que obliga a los solicitantes de asilo a esperar en ese país en lo que se procesan sus casos en cortes norteamericanas, son muchos los que han tomado la decisión de no emprender la ruta.
José Alberto, un habanero de 42 años, dijo haber planificado todo «para arremeter ahora» y no retornar al país caribeño, habiéndose ganado la vida por más de seis años importando electrodomésticos, ropa y dispositivos tecnológicos, especialmente desde que la reforma migratoria de 2013 eliminara el requisito de una carta de invitación y un engorroso permiso de salida.
«Dentro de Cuba ya no se puede vivir medianamente bien aunque tengas dinero. Todo está destruido. Yo no hago nada con tener ciertas comodidades en mi casa y viajar frecuentemente si a la calle no se puede ni salir, ese no es el país en el que yo quiero que mi hijo crezca», sentenció.
No obstante, tampoco quiere «hacer las cosas a lo loco». Decidió intentar quedarse en Panamá a la espera de que la situación en la frontera estadounidense cambie, pues su hijo nació en ese país y tiene nacionalidad.


