«El puerco ahí frente a nosotros que entrábamos y salíamos, como siempre. De pronto, una vecina nos avisó que unos muchachos llevaban un puerco y lo apuñalaron para que no hiciera ruido», narró al medio independiente DIARIO DE CUBA Yamirka, residente en Mayarí, Holguín, a quien le robaron un puerco de su patio a las 10:00PM, estando todos en la familia despiertos y en el lugar.
«Miramos para el patio y no estaba, así que salimos corriendo a perseguirlos. Por suerte se habían detenido a la entrada de un camino a terminar de matarlo, porque el animal seguía haciendo ruido. Cuando nos vieron salieron corriendo y lo dejaron en el suelo moribundo, con siete puñaladas», precisó.
«A esa hora lo preparamos y lo aprovechamos. Era para el cumpleaños de la niña, pero tuvimos que comérnoslo antes de tiempo. Y gracias a la vecina que nos avisó pudimos recuperarlo. Esto se está poniendo feo con los ladrones, todos los días se entera uno de varios robos», aseguró la holguinera.
Estos robos sin precedentes también han afectado a Gregorio, un campesino de la misma zona. «Este año hasta lechugas han robado. Llevo años sembrando y eso nunca había pasado, porque se maltrata la hoja y se echa a perder, pero me han robado en varias ocasiones. De poco a poco. Ya no hay ningún cultivo que se libre de los ‘rateros'», lamentó.
«Tengo también cebollas y todavía no tienen bulbos. Les falta un mes para estar de cosechas y tuve que hacerles guardia antes de tiempo, porque ya me estaban robando algunas. Parece que para probar o enseñárselas a los compradores y venir por todas. Es un terrorismo lo que hay con el campesino, te están velando permanentemente para golpearte y quitarte el fruto de tu trabajo», comentó.
«Los plátanos, ni hablar. Hace rato que no puedo cortar un racimo sazón, tengo que cogerlos ‘en leche’ (inmaduros) porque se los llevan antes de que sequen el pindongo (terminal del racimo). No hay quien viva con tantos ladrones», explicó, visiblemente decepcionado.
Los robos y asaltos han alcanzado también los campos de la isla, no conformes con solo perjudicar las vidas de cientos de cubanos que viven en las capitales provinciales.
«La miseria, la escasez, aumentan la tensión en las personas, aunque esto no justifique el vandalismo», dijo el líder de la Liga de Campesinos Independientes, Esteban Ajete Abascal.
«En el campo la situación es distinta a las ciudades. Los campesinos no tienen seguridad con sus animales. Tienen que vivir con el ganado dentro de corraletas prácticamente pegados a sus casas, lo que va en contra de su salud. Dentro de poco los cerdos, caballos, bueyes y otros tendrán que dormir al lado de la cama», refirió, señalando además que después de sembrar, los guajiros se turnan para custodiar los cultivos.
La Policía «o llega tarde o no llega», según Ajete Abascal, quien recibe constantes denuncias de campesinos víctimas de robos, «y a veces hasta el mismo campesino es acusado injustamente de robo».
La situación del robo es un problema endémico, como recordó la activista Aimara Peña.
«En las zonas rurales los jefes de sector cambian con mucha frecuencia para ver cuál de ellos consigue atajar ese tipo de bandolerismo. Tengo familiares a los que días atrás les robaron una añoja, y el año pasado cinco puercos que tenían los soltaron y nunca más viraron. Se hace la denuncia a la Policía y su trabajo es muy ineficiente: los agentes aparecen a la semana a preguntarte quién tú crees que te lo llevó».
«Por ahí comienzan supuestas investigaciones que nunca llegan a ninguna parte, se archivan y luego citan a los campesinos para decirles que firmen, que se va a guardar el expediente porque no apareció el culpable. Tiene que ser que agarren a una banda o a alguien vendiendo carne, por ejemplo, y a ese entonces probablemente le hagan pagar todo lo que se perdió en la zona, aunque sea o no el culpable».
Entre que, ante este panorama, los campesinos apenas hacen las denuncias correspondientes, que las deben hacer utilizando recursos como teléfono a los que muchos no tienen ni acceso, y que para cuidar sus propiedades necesitan insumos como alambre de púas que les son difíciles de conseguir, el problema no parecer encontrar solución, ni de una parte negligente ni de la otra decepcionada.


