La celebración de la Nochebuena, víspera de Navidad, se llevó a cabo ayer viernes, una tradición normalizada por la religión católica. Sin embargo, ateos y cristianos se sentaron en la noche a la mesa en homenaje al espíritu festivo típico de estas fechas.
Hasta 1968, Cuba celebraba la Nochebuena y esperaba la Navidad con la ya extinta cena nacional, la que consistía de lechón asado, arroz con frijoles negros, yuca hervida, casabe, ensalada de lechugas, tomates, dulces importados (turrón de Alicante o de Jijona), cerveza, ron y/o vino.
Por supuesto, no todos los cubanos se podían dar el lujo de tal festín, pero la persona o la familia que no tenía con qué celebrar casi siempre recibía una cena de manos de un vecino, amigo u organización caritativa. Y hasta existía la costumbre de intercambiar comidas y bebidas entre vecinos, donde el plato con carne de lechón era la joya de la corona.
Y es que después del 20 de diciembre, en aras de que todas las familias trabajadoras disfrutaran de festejos que se extendían hasta el 6 de enero, se detenía hasta la molienda azucarera, la que fue la más importante industria cubana. En los campos se paralizada el corte de caña y, en los ingenios, el procesamiento, lo que contrasta como un dato relevante si se tiene en cuenta que la agroindustria azucarera y sus derivados (alcoholes, mieles, ceras y otros productos) generaban mayor cantidad de empleos e ingresos a la familia cubana y al país que ninguna otra.
Pero entonces Fidel Castro, ignorando las consideraciones de los especialistas que la tildaban de imposible, llamó en 1970 a que el país produjera la mayor zafra de la historia, con un resultado tentativo de diez millones de toneladas de azúcar. Resultaba un objetivo ridículo dada la infraestructura agrícola e industrial existente en la época.
Para no interrumpir la «zafra de los diez millones», en 1969 se ordenó que se pospusieran para el 26 de julio las muy arraigadas festividades navideñas. Ello provocó que jamás se reasumiera el fin de año como los festejos de la Navidad, así como que aquellos militantes del Partido Comunista de Cuba (PCC) que continuaron su celebración perdieran sus carnés del organismo debido a manifestaciones de «diversionismo ideológico» y «falta de ejemplaridad».
El papa Juan Pablo II logró finalmente que Fidel Castro declarara el 25 de diciembre como día feriado, cuando realizó una visita oficial a la isla del 21 al 25 de enero de 1998. No obstante, ya no fue lo mismo, pues ya se había perdido la magia de la festividad; no solo porque los ritos y costumbres propios de las fechas se quedaron difuminados tras 30 años de férreo rechazo, sino porque la idiosincrasia cubana ya había quedado permanentemente teñida de pobreza y necesidad generalizada.
Actualmente, con precios incosteables como los de la carne de cerdo (a 300 pesos la libra), ningún cubano con un salario mínimo o promedio en la isla podrá degustar de piezas gastronómicas típicas para la mesa cubana.
Si los alimentos de producción nacional ya resultan inaccesibles para la población cubana, no se puede ni pensar en adquirir cervezas, vino, aceitunas o turrones, todos productos importados y únicamente disponibles en las tiendas en Moneda Libremente Convertible (MLC).
Sin embargo, el presidente cubano y el primer ministro, Miguel Díaz-Canel y Manuel Marrero, respectivamente, han asegurado (cínicamente) que en Cuba sigue existiendo un «socialismo próspero».


