El balneario de Varadero se destaca como el polo turístico por excelencia del archipiélago cubano, pero la península que conquistó una vez al turismo nacional e internacional, ahora brilla por su deplorable estado, nada competitivo con el resto de polos turísticos del Caribe. No obstante, continúa teniendo gran demanda entre los cubanos, quienes llegan a sus instalaciones para disfrutar de un menú desaparecido de su cotidianeidad.
Unos visitantes que llegaron al oasis matancero recientemente, mexicanos radicados en Suiza, se quedaron 4 días en el hotel Meliá Península Varadero (de 5 estrellas).
Su estancia no pudo ser peor: no solo por la pésima calidad del servicio del hotel, sino también por la drástica diferencia del trato que recibían los turistas extranjeros a los locales (sin esconder la férrea discriminación mantenida contra los ciudadanos cubanos) y por las constantes muestras de poca cordialidad y disciplina de esos vacacionistas nativos.
En el check-in, los cubanos que esperaban para inscribirse en su alojamiento en la carpeta del hotel se colaban en la fila y se jactaban de no respetar el orden de llegada, todo acompañado de una molesta y exagerada algarabía.
La pareja no hubiera conseguido llegar al mostrador de la carpeta si no hubiese sido por un matrimonio de ingenieros cubanos con los que empatizaron y decidieron ayudarse. Obtuvieron entonces un buen bungalow en primera línea de playa.
A la hora de cenar, se encontraron con una nueva cola para acceder al buffet (que más caótica no podía ser). Corrieron para alcanzar una buena mesa para afincarse e hicieron uso de las mejores estrategias de combate y evasiva para obtener el mejor plato fuerte de la oferta del hotel. Sin embargo, este no era de su verdadero agrado. Se vieron obligados a comer pescado porque no lograron tener acceso a su plato de preferencia: carne de res o de cerdo.
Los camareros en los diversos bares de la instalación eran insuficientes para atender la demanda de todos los huéspedes, por lo que la pareja tuvo que acercase a la barra cada vez que deseara beber algo (y llevar las copas ellos mismos a la mesa).
Encima, varios de los servicios que se promocionaban por todo lo alto en las campañas publicitarias del hotel (como el jacuzzi y el cabaret) se hallaban inactivos, y no se podía salir del hotel en excursiones orquestadas por las agencias especializadas porque tampoco estaban disponibles.
La pareja llegó a la conclusión de que los turistas nacionales eran los principales causantes de este caos, pues los servicios mejoraron una vez que las reservaciones de estas grandes masas expiraron. Y es que pagar 6.600 Pesos Cubanos (CUP) por llegar a una instalación turística se aprovecha al máximo; y no por la playa de arena fina y aguas claras, no por el sol cálido, no por la tranquilidad merecida, sino por la comida, un menú que casi ningún cubano ya puede permitirse al día a día (como la carne).


