La profunda desigualdad que existe en Cuba nunca ha podido ser escondida, y es que mientras Yulia (de 55 años) hierve trozos de plátano verde para alimentar a 8 personas en el habanero reparto de Mantilla (Arroyo Naranjo), en el Palacio de Convenciones (Playa) sesionan eventos oficiales que cuentan con chef privado hasta para los pequeños entremeses con productos de primeras calidades.
Yulia y su familia viven en un cobertizo de 30 m² habilitado como apartamento, sin azulejear, con instalaciones improvisadas en cemento repellado.
La cubana, quien cocina una vez al día, cuenta que su menú semanal no varía, alegando: «El pollo, o si nos cae algo de carne, es para los domingos. El almuerzo es pan con tortilla si hay huevos, croquetas de las que venden en pesos o un trocito de guayaba en barra. La comida casi siempre es arroz, a veces acompañado de frijoles, y el ‘plato fuerte’, medallones de picadillo de soya o cualquier cosa que invento para engañar el estómago. Pero a mediados de mes ya no tenemos arroz y hacemos fufú de plátano, yuca con mojo o boniato hervido. Mi salario y todo el dinero que ganan mis hijos se va en comida. Así y todo, comemos poco y mal».
La mujer es limpiadora en el policlínico de la localidad, y más de la mitad de su salario (2.870 pesos) lo gasta el primer día en los alimentos más básicos que puede encontrar en el agromercado.
Se queja: «Los precios son para infartarse. Una libra de frijoles negros cuesta de 70 a 80 pesos. La de frijol colorado entre 100 y 110 pesos. Una mano con cinco o seis plátanos burros, 20 o 25 pesos y es de lo más barato que se puede conseguir, porque una col ya anda por 50 pesos y 30 pesos una libra de guayaba. Como el tomate bajó de 100 a 30 pesos la libra, por ser época de cosecha, aprovecho y compro dos o tres libras de tomates. Si me alcanza el dinero, compro un aguacate que ahora vale entre 50 y 60 pesos. El resto del dinero es para pagar el gas, la electricidad y el agua. La proteína es lo más difícil de ‘conseguir’. La carne de puerco está a 200 pesos la libra, una libra de jamón no baja de 240 pesos y la mortadella que vende el Estado cuesta 180 pesos la libra. Son una locura los precios en Cuba. Ni con dólares resuelves».
Cerca de ese agro, en el periférico reparto La Palma, se halla una tienda en la llamada Moneda Libremente Convertible (MLC), pero como no cuenta con allegados que residan en el exterior, confiesa que en las pocas ocasiones que se ha «podido empatar con algunos dólares es gracias al ‘invento'», lo que no es más que un eufemismo utilizado para referirse a las ilegalidades, involucrando o no a centros estatales.
La mujer explica: «Vendo aromatizantes, guantes, medicinas que me da el jefe de almacén para buscarme unos quilos. Con ese dinerito adquiero MLC (una transferencia electrónica creada por el régimen para comprar en las tiendas por divisas) y luego de espantarme tremendas colas compro aceite, puré de tomate, picadillo, pechuga de pollo y perritos (salchichas). De vez en cuando quisiera comprarles chucherías [confituras] a mis nietos, pero en Cuba ya ni golosinas hay pa’los niños».
En El Bucán, el restaurante del gubernamental Palacio de Convenciones, no hay ni vestigios de la escasez que sufre el resto de la isla.
Un trabajador del lujoso recinto comenta: «La especialidad del Bucán son las comidas y coctelerías para eventos, banquetes, recepciones. El martes 14 de diciembre en la clausura de la reunión de los presidentes del ALBA, cocinamos una cantidad asquerosa de comida. Lo que sobró daba para alimentar a un municipio entero de la ciudad. Había todo tipo de carnes: res, cerdo, cordero, pollo, pescados, mariscos… Varias mesas buffet con dulces, sándwiches, quesos, frutas tropicales, todo de primera calidad, y cualquier cantidad de bebida, incluido whisky exclusivo. Prepararon platos típicos de la región como la hayaca venezolana, brochetas de anticucho boliviano, cerdo mamón en púa, típico de la gastronomía cubana, y dulce nicaragüense de las tres leches».
Tanto los ingredientes como los platos elaborados en estas importantes instituciones gastronómicas estatales (restaurantes de lujo, hoteles y centros turísticos), terminan en las garras de los comerciantes del mercado negro cubano, al igual que los sacos de alimentos básicos que se comercializan en almacenes estatales.
Mientras, las otras opciones solo constan de comprar alimentos en MLC, con precios excesivamente caros en comparación con el mercado internacional.
Los clientes que esperan en la cola de una de estas tiendas en la capital comentan: «Es insólito. Un jamón serrano en casi 500 dólares, más caro que en España, piezas de carnes de res, cajas de camarones o langosta muchísimo más caro que en Miami», mientras que una señora dice: «Las tiendas en divisas son una vergüenza. Es un recordatorio a la esclavitud. ¿Dónde se ha visto que a una persona le paguen en pesos y tenga que comprar los artículos de primera necesidad en divisas?»
Otro joven se indigna: «En Cuba, si no te envían dólares, te mueres de hambre. Y no estoy exagerando. Además, no tenemos opciones. O compras comida en las tiendas dolarizadas del gobierno o comes boniato hervido».
Aparte de los excesivos precios, las tiendas están desabastecidas y las colas y los problemas de conexión con el banco, hacen de la espera para entrar toda una odisea.
No obstante, más caros aún son los precios que ostentan las tiendas online que comercializan alimentos y productos de primera necesidad en la isla, lo mismo de producción nacional que importados desde el extranjero, como Supermarket, Mall Habana y Katapulk.
Mientras tanto, la libreta de abstecimiento implantada hace décadas por el Gobierno castrista resulta insuficiente para satisfacer la necesidad alimenticia de la población por más de un semana en el mes. En cuanto al embargo económico norteamericano contra la isla, este continúa siendo una excusa para todos los males de la isla, pero no evita que la mayoría de los alimentos importados por el Estado provengan del país norteño.
Y aunque la estatal Tarea Ordenamiento empujó a una crisis general casi que sin precedentes en Cuba, todavía se puede ir a peor.


