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Las pruebas PCR se convierten en un nuevo dolor de cabeza para los cubanos que desean viajar al extranjero

Pedro, habanero que se dispuso a adquirir boletos de viaje para Panamá en cuanto abrieron finalmente las fronteras cubanas en el pasado mes de noviembre, tenía el turno 130 de la cola para hacerse el examen PCR en el Policlínico de 17 y J, en El Vedado (municipio Plaza de la Revolución).

El hombre estuvo manteniendo su posición en la consecución de personas desde la noche del pasado martes, con tal de que él, su esposa y sus 2 hijos pudieran someterse al examen en la mañana del miércoles, una condición de carácter obligatorio para abordar su vuelo.

Preocupado, Pedro lamentó: «Vine ayer un poco antes de las nueve de la noche y marqué en la cola, pero aunque a esa hora parecía que había poca gente en cuanto amaneció empezaron a llegar todos los que estaban delante y ahora tengo este número tan alto que no sé si me van a poder atender hoy».

Todos los residentes en los municipios de Plaza de la Revolución, Playa, Centro Habana y Boyeros están asignados a realizar sus pruebas de COVID-19 en ese mismo centro hospitalario.

Encima, una mujer que esperaba en esa cola por segunda vez, explicó: «Desde que te realizan la prueba hasta que te dan el resultado pasan como mínimo 48 horas, pero las aerolíneas te exigen que la muestra haya sido tomada con menos de 72 horas antes de abordar, por lo que queda muy poco tiempo para maniobrar».

La señora ahondó: «Yo vine la semana pasada pero perdí el tiempo y la paciencia. Mi hijo me iba a comprar un vuelo a Panamá, pero casi no hay y solo se pueden adquirir en la madrugada desde la página web de Copa Airlines y con entre 24 y 48 horas de diferencia entre que se paga y la salida de La Habana».

La mujer se quejó: «Cuando vine a buscar el resultado de mi prueba PCR, mi hijo estaba al otro lado del teléfono muy nervioso para poder comprar el boleto en cuanto yo le dijera que era negativo el resultado. Pero la cola para recoger el papel también es larga y se demora, el mío además tenía un error y tuvieron que volver a hacerlo. Conclusión: cuando ya lo tuve en la mano estaban llenos los vuelos para las próximas 24 horas y el test se venció».

La muchedumbre en la cola se estremecía por el malestar de estar tantas horas esperando por trámites rápidos y eficientes que se tornan insoportables e ilógicos por culpa de la falta de interés de los empleados de salud y la obstinación del Gobierno cubano por controlar al pueblo con burocracia y tecnicismos.

La familia de Pedro, conociendo el panorama, se preparó como para partir hacia una acampada, con sillas plegables, botellas de agua, merienda, una sombrilla de playa, gel hidroalcohólico, un cargador de batería portátil, y mucha paciencia.

Una enfermera avisó en tono enfadado a los primeros integrantes de la fila: «Allá adentro no se puede usar el teléfono móvil, no se puede hablar alto y una vez que se entra solo se puede salir para alguna urgencia. No hay baño así que ni pregunten y los que vienen con niños tienen que mantenerlos controlados».

Un anciano que también esperaba, se quejaba de las condiciones del local habilitado para realizar las pruebas y del pasillo de espera, en el sótano del Policlínico: «Esto no es una cola para saber si uno tiene o no covid-19, esto es una cola para contagiarse de covid», aseveró.

Una mujer sí logró salir de la habitación después de un rato de aparente inactividad con el resultado de su PCR, el que se había hecho 2 días antes. El papel tenía casillas rellenadas a mano y otras impresas, por lo que dijo: «No se entiende nada, yo espero que esto sirva porque llevo dos días sin dormir por este papel y ni yo misma puedo comprender mi nombre, ni lo que han escrito», pero como la palabra «Negativo» sí era más legible, afirmó que «con eso es suficiente y sino, pues perderé el boleto pero yo no vuelvo a hacer esta cola».

En efecto, pasaron unas horas y la cola avanzó unos pocos metros, pero un joven llegó entonces y al divisar los problemas que se le anteponían, decidió optar por hacerse la prueba en el Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana.

Esta posibilidad está diseñada para los ciudadanos extranjeros y cubanos residentes en el exterior que lleguen y se vayan de la isla, pero mientras se cumpla con los requisitos de pago, también estará disponible para los nacionales cubanos residentes en el país.

El local de la Clínica Internacional Siboney de la Terminal 3 de la estación aeroportuaria realiza exámenes PCR por un precio de 25 dólares, con resultado en menos de 5 minutos y con servicio 24 horas.

El único requerimiento es pagar con una tarjeta Visa o Mastercard que no haya sido emitida por un banco estadounidense, por lo que no se puede abonar el monto por la prestación con tarjetas cubanas en Moneda Libremente Convertible (MLC).

Uno de los sanitarios que presta servicios en ese stand reconoció: «Así se ha dicho para no generar malestar, pero cualquiera que venga aquí con un pasaporte válido y una tarjeta Visa o Mastercard se le hace la prueba al momento. Es muy difícil para nosotros comprobar si el cubano reside o no en la Isla porque ahora la gente puede estar hasta dos años fuera y seguir siendo residente aquí».

El muchacho llegó al aeropuerto a las 2 de la madrugada del día siguiente, y se topó con un local cerrado y decenas de viajeros esperando para siquiera acceder a la terminal.

Unos 50 minutos más tarde, llegó un empleado que se dispuso a revisar la documentación de los alborotados pasajeros en cuanto comenzaron a llamar a los que debían abordar el vuelo de Copa Airlines a Panamá a las 5 de la mañana.

El joven logró que le revisaran todos los documentos de viaje para las 3:25 de la mañana y explicó que solo le faltaba la prueba de antígeno. Llegó al stand corriendo y vio a 4 empleados lentos y soñolientos tratando de procesar infructuosamente a 2 turistas.

Se hallaba intranquilo por la ineficiencia del trámite y cuando finalmente llegó su turno, dijo que era residente en Panamá y que iba de vuelta. Ningún trabajador le pidió que lo evidenciara, sino que le preguntaron: «¿Tiene tarjeta Visa o Mastercard, verdad?».

De repente, alertaron: «el sistema está caído». Esperaron varios minutos, pero retornó la conexión con la pasarela de pago. El problema se dio cuando le pidieron la tarjeta (que no está a su nombre).

Cuestionó el muchacho: «¿Cómo, no tiene uno de esos aparaticos donde yo mismo la pongo y tecleo el pin?», y le respondieron: «No, aquí no es así, usted nos da la tarjeta y nosotros escribimos aquí todos los detalles».

Pese a todo, la tarjeta se cedió y el cansado doctor tecleó lentamente cada número en varias ocasiones, pues había que repetirlo cada vez que el sistema se volvía a caer.

Finalmente, y a eso de las 4 de la mañana, le tomaron la muestra al joven y el resultado salió con agilidad, listo para poner el cuño. Corrió hacia el check-in cuando este estaba a punto de cerrar, mientras veía a todos los viajeros que por lentitud de los procesos, nunca pudieron entrar ni abordar su vuelo. Se enteró de una familia entera cuyo PCR se venció por unos minutos y no pudieron irse.


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