A la vez que el Gobierno cubano intenta desesperadamente atraer la inversión extranjera a Cuba (con énfasis en los nacionales radicados en el exilio), el sector privado en la isla trata de sobrevivir ante la constante amenaza de un escenario completamente rodeado por restricciones y burocracia.
Los cuentapropistas cubanos se enfrentan diariamente al riesgo de cargar con elevadas multas, decomiso de mercancías, bienes e insumos, y demás sanciones destinadas a mantener al pueblo cubano a raya como para que nadie llegue a construir mayor poder e influencia que la cúspide gubernamental.
Raúl Pérez, emprendedor que lleva una pequeña cafetería en Quivicán (Mayabeque), comentó: «Aquí en este pueblo las multas y los decomisos llueven por cualquier detalle, pero especialmente por la alteración de los precios en las ofertas. Pero los precios no están alterados, responden a que donde único los negocios privados pueden abastecerse es en el mercado de MLC (Moneda Libremente Convertible)».
Pérez, quien fue sancionado hace unas semanas con 5.000 Pesos Cubanos (CUP) de multa (algo que representa «la ganancia de todo un mes de trabajo»), alegó: «Tenemos que llevar nuestros negocios prácticamente en sigilo, avisándonos unos a otros cuando pasan las rondas de inspectores y policías que no tienen días ni horarios fijos, lo mismo se aparecen un jueves que un domingo. Al parecer, ninguna de las autoridades del Gobierno, la ONAT (Oficina Nacional de Administración Tributaria) o la Policía,¡ viven en Cuba. La mayoría de nosotros no recibimos remesas del extranjero, y tenemos que comprar los dólares o los euros en la calle para poder abastecernos en las tiendas MLC, donde los precios tampoco son jamón. Por supuesto que tenemos que subir los precios de algunas ofertas para cubrir aunque sea el mínimo de ganancias».
Precisamente, Rodrigo Malmierca, ministro de Comercio Exterior e Inversión Extranjera en Cuba, anunció que el Estado está interesado en recibir a los cubanos residentes en el extranjero que deseen invertir en la isla, con amparo en la Ley 118 de Inversión Extranjera.
Anabelle Herrezuelo, propietaria de una pizzería en Plaza de la Revolución (La Habana), cuestionó: «Es decir, que los cubanos para aspirar a la prosperidad dentro de Cuba tenemos que convertirnos en migrantes. Huir del infierno en que se ha convertido este país lanzándote al mar, o atravesar una selva, o vender todas tus propiedades, para luego regresar sin que te pregunten de dónde sacaste ese dinero».
Herrezuelo, quien mensualmente soborna a las autoridades pertinentes para evitar contratiempos en el desarrollo de su emprendimiento, señaló: «Quedó bien claro que, para quienes por nuestras razones personales permanecemos en la Isla, los derechos no existen. Ya no se trata de derechos a las libertades y a la expresión, sino que tampoco tenemos derechos para participar de esa inversión ‘sin restricción al origen del capital’. Eso es un cinismo atroz en un país donde se nos exige justificar desde la azúcar del jugo, el queso y la harina de la pizza, hasta los implementos de higiene; donde nos obligan a topar los precios y a sobrevivir bajo la amenaza de perderlo todo».
El colectivo de Monitor Legislativo Cubano contabilizó que la Gaceta Oficial de la República llegó a publicar 2.493 disposiciones jurídicas entre el 10 de abril de 2019 y el 30 de septiembre de 2021, y 1.754 de ellas fueron resoluciones administrativas (correspondiendo a la Tarea Ordenamiento más de 80 de ellas).
Ninguna de estas disposiciones altera, por ejemplo, las prohibiciones al sector privado para importar o exportar sin la mediación del Estado. El criterio experto indica que en Cuba no habrá inversión extranjera estable y segura hasta que el Gobierno no libere las fuerzas productivas, no imponga división de poderes y no restituya los derechos individuales.
La constante explotación y discriminación hacia la población cubana ha hecho, justamente, que ningún nacional exiliado desee volver a la isla a invertir, y esta situación solo irá a peor si los que ahora son emprendedores dentro de la isla deciden emigrar y prosperar en otro país.


