Los sitios de compraventa más populares de Cuba están llenos de clasificados como «Vendo diez piezas de ropa interior moderna y sexy, de uso pero muy bien cuidada», y los interesados no son pocos, teniendo en cuenta que esos productos apenas se venden en el país desde hace más de un año, y mucho menos en moneda nacional.
Brian, de 18 años, se estrenó sexualmente en agosto pasado, tras haber intercambiando mensajes, videos y fotos por más de seis meses con una joven habanera que conoció en Instagram. Pero no quería emprender una vida sexual activa con los calzoncillos «rotos, feos y empercudidos» que tenía. «Le pedí ayuda a mis hermanos, pero estaban en las mismas, porque ellos dependen de las mulas, y como la gente no está saliendo, casi no hay ofertas. Busqué entre mis amigos a alguien que me prestara algo bonito aunque fuera por una noche, pero todos estaban igual», explicó.
Ropa, calzado y electrodomésticos solo se encuentran desde hace varios años en las tiendas en Moneda Libremente Convertible (MLC) o en las redes ilegales.
María Elena siempre mantenía «una muda de ropa interior de reserva por si se tiene que ir a un hospital», pero el pasado enero tuvo que estrenar el conjunto de color amarillo que guardaba al fondo de una gaveta «porque ya no podía seguir con los ripios que me quedaban», dijo.
La mujer de 68 años explicó que su hijo trabaja en una brigada constructiva donde cada mañana «tiene que quitarse la ropa y ponerse el mono de trabajo frente a sus colegas. A veces no quiere ni ir a trabajar porque le da pena hacerlo».
Con la ayuda de sus padres, Brian pudo alquiló una habitación a las afueras de La Habana, con jacuzzi, desayuno y almuerzo incluido y «mucha privacidad». Mucha fue su sorpresa al descubrir al día siguiente, porque decidió apagar las luces en la noche por vergüenza, que la ropa interior de ella también estaba raída y con huecos, lo que les hizo sentirse más conectados luego de hablar del tema y comprometerse a ser más honestos.
Para muchos, el deterioro de la ropa interior es una cuestión de autoestima irremediable. «Llevo más de un año sin acostarme con nadie, así no puedo, me da mucha vergüenza», admitió Claudia, una matancera de 40 años que se abastecía del mercado negro de su ciudad. Incluso confesó que tuvo que comenzar a usar la parte de abajo de un bikini para trabajar. «No es que yo quiera algo de marca ni lujoso, me basta con poder quitarme el vestido y que lo que esté debajo no dé lástima, sino que despierte algo de lujuria», insistió.
Los grupos independientes que distribuyen medicamentos de donación que llegan del extranjero reciben a diario preguntas, solicitudes de favores y todo tipo de ofertas para conseguir productos que escasean en el país, entre los que destaca la ropa interior como uno de los más demandados. Así lo comentó una joven que trabaja de voluntaria en uno de los grupos, agregando que la respuesta es siempre negativa.
«Ahora prefiero que me vean de una manera más modesta, porque a fin de cuentas yo vivo en Alamar, no puede ser que mi pareja se haga idea de que va a tener una vida cómoda porque me ve con un blúmer de marca y después se desilusiona. Yo no apago la luz ni nada, que note desde el principio que soy una mujer de pocos ingresos y me quiera como soy», aseguró asegura Mónica, otra habanera de 32 años que se divorció en medio de la pandemia.
Para Lázara Echeverría, psicóloga en comportamiento social, la pandemia y la crisis económica que vive el país «pueden estar provocando en esta generación de cubanos serios problemas para interactuar, conocerse y amarse», aunque esclareció que dichos traumas o rechazos solo podrán notarse a largo plazo.
La experta considera que «el momento del primer encuentro se queda muy marcado. Si está acompañado por el complejo, por el sentimiento de desventaja y la vergüenza, eso va a tardar largo tiempo en aplacarse. A veces cosas tan sencillas como unos calzoncillos o unos blúmers nuevos cambian toda la experiencia».


