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Escuelas destruidas, pupitres rotos y miedo al Covid-19: así empezó el curso escolar en Santiago de Cuba

El curso escolar 2020-2021 comenzó en Santiago de Cuba con la llamada «base material de estudio» incompleta, escuelas en mal estado constructivo y pupitres rotos, siendo un territorio que aún no se ha recuperado plenamente del impacto negativo sufrido tras la llegada de la pandemia del COVID-19 a la isla.

Los padres de los 15.000 estudiantes que se incorporaron a las aulas, comprendiendo 12 grado, tercer año de la enseñanza técnica y cuarto año de las escuelas pedagógicas, se han pronunciado acerca de las condiciones de los centros educacionales, los cuales fueron utilizados como «almacenes de gente» hasta hace muy poco, calificativo usado por Lázaro Expósito, primer secretario del Partido Comunista en la provincia.

El período lectivo en medio de este panorama resulta imprudente para muchos padres, incluso cuando los indicadores de la crisis sanitaria han mejorado aparentemente.

«A los riesgos epidemiológicos se suma el deterioro de las escuelas, cuyos cristales, cercas y ventanales han sido robados para hacer rejas y balcones, y se venden hasta en 10.000 pesos en el mercado negro», comentó Cecilia Viltres. A la hija mayor de Viltres le «regalaron el 11no grado y, al parecer, esa será la tónica con la que concluirá el bachillerato», mientras que el más pequeño llegó a tercer grado con serias lagunas en el cálculo y la lectura.

Los libros de texto no alcanzan y los existentes no han sustituidos en el último quinquenio. Un operario del poligráfico Haydee Santamaría, William Manzano, dijo que la confección de libretas y cuadernos de trabajo se vio muy afectada por los apagones y la falta de materias primas.

Por su parte, Karelia Caballero dijo que en varias ocasiones alertaron a autoridades sobre la utilización de las escuelas como vacunatorios y centros de aislamiento, por el deterioro que en el proceso podían haber sufrido el mobiliario de las escuelas.

El hecho de que el proceso docente sea menos riguroso también constituye una preocupación para madres como Rosa Quintero, cuya hija, que estudia en el Politécnico Julius Fučík, solo tiene seis horas de clases tres veces a la semana, compaginando dicho tiempo con actividades prácticas vinculadas a los centros de producción y servicios. Quintero acotó que el método ni funciona, ni motiva a los alumnos, dado que en las empresas los utilizan como recepcionistas y mensajeros.

Mientras, los padres deben resignarse a escuchar la lista de necesidades que los profesores les comunican, en aras de que los jóvenes tengan las mínimas condiciones en los centros de enseñanza: ventiladores, pintura, candados, hojas, gomas de borrar, lápices, tizas, luminarias y otros artículos.

Liliana Labielle, estudiante del Instituto Superior de Ciencias Médicas, aseguró que lleva dos años haciendo labores de pesquisa, apenas atendiendo inquietudes académicas, a la vez que ella y sus compañeros temen egresar de la carrera sin la preparación indispensable para ejercer.

La compleja situación del territorio incluye la pandemia, servicios hospitalarios y necrológicos colapsados, además de brotes de dengue, conjuntivitis y otros padecimientos.

Muchas familias también tendrán que asumir, lamentablemente, los costes de transportación y alimentación de sus hijos, en medio de circunstancias de crisis económica e inflación generalizadas en todo el país.


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