Este martes se desarrolló, como de costumbre, una nutrida cola en la zapatería Sport, en la capitalina Plaza Carlos III.
Sandra dijo estar esperando para comprar unos tenis para niño, que desde la vidriera exhiben precios de entre 22,50 y 22,68 dólares como los más baratos a la venta.
El dinero en Moneda Libremente Convertible (MLC) no es fácil de conseguir, pero ella estaba dispuesta a hacer un esfuerzo para poder comprarle los zapatos a sus dos hijos, pues al menos se trata de un modelo moderno, fácil de lavar y con el potencial para ser usado también en las clases de educación física. Sin embargo, solo cuenta con 30 dólares en su tarjeta MLC, cantidad que tuvo que pagar, además, al cambio de 75 por 1. Esta vez tiene que conformarse con comprar unos de segunda mano que le propuso una vecina.
La calidad de la mochila y el calzado, así como el tipo de merienda con la que los niños van a la escuela, han sido, desde hace décadas, indicadores que resaltan el poder adquisitivo de las familias y las diferencias que existen en la sociedad cubana, amén de que sea obligatorio usar uniforme hasta el fin de la enseñanza media.
Y esa brecha puede acrecentarse en los próximos meses, puesto que el Ministerio de Educación dispuso una flexibilización en el uso del uniforme escolar a raíz de la falta de materias primas para confeccionarlos.
A estas circunstancias, se suma que el esposo de Sandra lleva «interrupto» en su trabajo desde que comenzó a impactar en la isla la pandemia del coronavirus, cobrando solo el 60% de su salario, lo que hace incluso más imposible mantener alimento y vestimenta a la orden del día.
La realidad es que las ventas en MLC, lejos de constituir una medida temporal, como insisten las autoridades en denominarlas, se expandido hasta ocupar gran parte de la venta para alimentación, artículos de aseo, electrodomésticos y ropa y calzado, especialmente después de que entrara en vigor la Tarea Ordenamiento, a principios de 2021.
«Compré lo que necesitaba para la escuela de la niña a una mujer que vende mercancía traída del exterior. Me costaron 3.000 pesos los tenis y 2.000 la mochila», contó otra clienta, quien acudió al mercado informal, una alternativa muy frecuentada por los cubanos, pero cuyos altísimos precios impiden un acceso generalizado a los productos.
