María, una anciana de 75 años residente en el reparto Pedro Díaz Coello de la ciudad de Holguín, se quejó porque en su apartamento llevan 10 días con los tanques de la azotea vacíos debido a la imposibilidad de abastecerlos por falta de poder eléctrico para que los ciclos de bombeo del acueducto se realicen con normalidad.
Su esposo Ángel, de 77 años, y el hijo de la pareja, han cargado cubos con agua desde un pozo artesiano, donde todos los de su situación esperan con sus envases, hasta el tercer piso del edificio.
Debido a las constantes interrupciones del suministro eléctrico al municipio cabecera, la higienización ha sido otro dolor de cabeza para los holguineros, tan importante en la prevención contra el contagio con el coronavirus.
El deficiente abasto de agua potable ha afectado la oferta de los puntos de venta de la ciudad, pues los cortes eléctricos impiden que las turbinas bombeen el agua a los carros cisternas encargados de distribuir el preciado líquido por Holguín.
Encima, como casi todos los empleados que se encargan de estos servicios están inhabilitados para trabajar en tales condiciones, les han rebajado el salario.
El 2021 ha sido el año con mayor cantidad de afectaciones al servicio eléctrico en la isla en lo que va de siglo, y es que se ha generado una increíble cantidad de averías en las termoeléctricas cubanas, por la inevitable obsolescencia del parque de generación nacional (con más de 30 años de explotación), la imposibilidad de ejecutar mantenimientos planificados y de comprar piezas de repuestos (debido al bloqueo norteamericano), y la mala calidad del combustible empleado para echar a andar las unidades térmicas.
Mientras la Unión Eléctrica de Cuba (UNE) insiste en excusar su pésima gestión, los cubanos son los que tienen que soportar los perpetuos apagones, los efectos de la desatada pandemia y las consecuencias de una de las crisis económicas más agudas que ha experimentado la isla en su historia.
Además, los apagones no solo han detenido la actividad doméstica y laboral en el sector estatal, sino también la de los trabajadores por cuenta propia, quienes solamente se valen de sus pobres ingresos diarios para sobrevivir (pues no hay mensualidad ni presupuesto que los socorra) y los que tienen que continuar pagando la misma patente y los mismos impuestos que si estuvieran trabajando de forma regular.
Damián, dueño de una pizzería que tras 5 años de labor, finalmente quebró, aseguró que «los negocios legales en Cuba son insostenibles». El negocio del holguinero ha sido víctima de la unificación monetaria de enero de este año, de la escasez de la harina y de otras materias primas (con su respectivo proceso inflacionario), de la caza furtiva de los inspectores estatales, y de los apagones de más de 5 horas que impedían el uso del horno eléctrico.
Las tiendas para la venta en Moneda Libremente Convertible (MLC) en la ciudad también han tenido que cerrar por culpa de los apagones, pues no solo no se puede encender el aire acondicionado (y son instalaciones diseñadas para estar herméticamente cerradas), sino que tampoco se pueden efectuar compras porque las transacciones de pago solo se pueden realizar a través de un sistema que conecta a las tiendas con las cuentas bancarias de los clientes en dicha moneda y con la tarjeta magnética correspondiennte.
En la misma situación se veían los Mercados Artesanales, Industriales y de Servicios (MAIS), las instalaciones gastronómicas estatales con ofertas de comida para llevar, el Telepunto de ETECSA, el Correo Central, el Banco Popular de Ahorro (BPA) y el de Crédito y Servicios (BANDEC).
Para colmo, la restricción de movilidad como medida para controlar la situación epidemiológica de la ciudad permite estar fuera de los hogares únicamente hasta la 1:00 p.m.
Los niños y adolescentes que deberían estar viendo sus teleclases en sus casas (como parte del reinicio del curso escolar 2021-2022) no pueden hacerlo por falta de corriente, y han dejado de recibir una considerable cantidad de contenido.
Retomando viejas costumbres del Período Especial de los años 90, la población cubana ha vuelto a llamar «alumbrones» a estos apagones, pues pasan más tiempo sin electricidad que con ella.
La gente también tiene miedo de que se estropee algún electrodoméstico por los súbitos cortes, por eso solicitan al Gobierno provincial que divulgue el itinerario de interrupciones previsto.
Aún cuando Miguel Díaz-Canel aseguró que la situación del suministro eléctrico se arreglaría (luego de los acontecimientos del 11J), la realidad indica que la situación solo ha ido a peor, y los únicos que sufren las consecuencias son los cubanos de a pie.


