Al tiempo que en Cuba se reportan miles de nuevos casos de COVID-19 cada día y que el pueblo se desvive en las largas colas intentando conseguir algo que comer, Gerardo Hernández Nordelo y su esposa disfrutan de deliciosos chocolates en una de las dulcerías más exclusivas y caras de La Habana.
Gerardo, quien es conocido a nivel internacional por ser motivo de numerosas marchas y actos políticos en la Isla a modo de reclamo para que fuera liberado en Estados Unidos junto al resto de los “cinco héroes”, ha destacado últimamente por sus recorridos por la urbe capitalina.
Este lunes, el también miembro del Consejo de Estado, compartió a través de sus redes sociales unas imágenes de él visitando un pequeño negocio en San Agustín, llamado La Chocolatera. En este sitio perteneciente al municipio capitalino de La Lisa, una familia de emprendedores elabora sus productos a base de chocolate y según muestran las imágenes que comparte Hernández poseen buena calidad.
“En un pequeño lugar de San Agustin, La Lisa, se erige La Chocolatera, donde una familia de emprendedores conjugan arte, ciencia y buen gusto para elaborar sus productos. Exitos! #Cuba #CubaViva #Chocolate #LaLisa #Habana”, escribió en Facebook.
Como se las ingenian para elaborar toda clase de dulces en medio del marcado desabastecimiento que vive la Isla es algo que no sabemos. Lo que sí se puede apreciar es que en el sitio no se guarda ningún tipo de distanciamiento social y no existe restricción de ningún tipo para las altas figuras del Gobierno.
A diario circulan de reclamos de los ciudadanos de la isla, penando por un familiar que murió y fue mal enterrado, o por la pésima atención a los enfermos, sin oxígeno, sin las condiciones higiénicas adecuadas en los hospitales, sin comida decente para llevarse a la boca y contagiados por coronavirus.
No obstante, algunos como Gerardo y esposa, si tienen la posibilidad de darse un caprichito de chocolate cuando se les antoje, algo que no pueden hacer los niños en los centros de aislamiento, ni sus padres pueden darse el lujo de comprarles tales golosinas en la controversiales tiendas de Moneda Libremente Convertible (MLC).


