Una de las peores situaciones epidemiológicas territoriales en toda Cuba la sostiene la provincia de Santiago de Cuba, donde no solo se realizan inhumaciones masivas en fosas comunes (y que el Gobierno cubano continúa negando), sino que el sistema necrológico provincial se halla tan colapsado que el déficit de carros fúnebres ha obligado a pedir a los transportistas privados que transportes los féretros hacia los cementerios.
El drástico incremento de fallecidos por coronavirus en Santiago de Cuba en las últimas semanas ha causado la sobresaturación de las morgues y la insuficiencia de sarcófagos, por lo que una veintena de difuntos en el hospital Juan Bruno Zayas estuvieron sin refrigeración, apilados en camillas y sobre el piso desde la madrugada del domingo 1ro de agosto hasta el martes 3, de acuerdo con testimonios de empleados de la instalación sanitaria y familiares de fallecidos.
Además, el hedor que desprende la morgue del hospital Saturnino Lora llega hasta las salas de ingreso.
Mayelín, estudiante de Medicina, narró la odisea que ella y su familia atravesaron cuando su madre falleció como consecuencia del virus de la COVID-19, pues el centro no contaba con alcohol, guantes o sutura para hacer la autopsia, y cuando la familia trajo los materiales, no aparecía el médico ni el técnico y la dirección del hospital ordenó desinfectar el salón de autopsias, por lo que se tuvieron que quedar custodiando el cuerpo por 36 horas para que no se extraviara.
Susana, familiar de un fallecido por coronavirus, señaló que «las fosas colectivas y los sarcófagos blancos» son solo una parte del desastre, por lo que pidió que la prensa «compruebe que las fosas colectivas no son de Brasil, sino en Juan González», localidad del municipio Guamá.
El periódico estatal Granma reconoció este viernes el traslado «de algunos de los cadáveres» hacia Juan González por «limitaciones de espacio» en el Cementerio Santa Ifigenia. Sin embargo, rechazó la existencia de fosas comunes y el extravío de cuerpos, argumentos denunciados por parientes de varios difuntos.
Para intentar aplacar el caos en los ya depauperados servicios necrológicos, la Empresa de Servicios Comunales se encuentra trabajando con una flotilla de 13 camionetas y varios camiones privados, pues solo están funcionando 4 de los 20 carros fúnebres que deberían realizar los traslados en Santiago de Cuba, y funcionando es una afirmación atrevida teniendo en cuenta su urgente necesidad de mantenimiento.
De acuerdo con el testimonio de choferes y trabajadores de la funeraria Bartolomé Masó, la única de la ciudad de Santiago de Cuba, las autoridades recurrieron, en un inicio, al parque automotor de la Empresa Eléctrica, al del monopolio de las telecomunicaciones, ETECSA, e incluso a ómnibus del sector turístico, pero el pésimo estado técnico de los vehículos forzó a que el Gobierno acudiera a los porteadores particulares. Las tarifas para sus servicios cambiaron a las 24 horas de haber comenzado el trabajo, por lo que los transportistas privados entraron de nuevo en negociaciones con el Estado. Todavía no se les ha entregado el petróleo exigido para cubrir el trayecto ni la fumigación de sus vehículos; queda por ver qué pasará con el dinero que se les prometió.
Otras dificultades incluyen la alta demanda de sarcófagos en la provincia, razón por la cual la fábrica de estos productos está saturada de pedidos, sumado al problema constante de la falta de materia prima para la confección de los féretros.
Entre 60 y 70 personas mueren como promedio al día en Santiago de Cuba, número que tiene en cuenta la pandemia y la escasez de medicamentos para los tratamientos no asociados al virus.


