La Habana continúa bastante convulsa tras las manifestaciones populares ocurridas el pasado domingo 11 de julio en todo el país (las que incluso fueron replicadas en jornadas posteriores), y aunque zonas estratégicas de la ciudad se hallan fuertemente custodiadas por la Policía, cientos de trabajadores de entidades estatales habaneras han denunciado las movilizaciones que se han realizado en sus centros laborales para activar las «Brigadas de Respuesta Rápida».
Estos grupos son conformados por civiles genuinamente progubernamentales y por trabajadores estatales amenazados, cuyo objetivo radica en reprimir cualquier disturbio, ya sea con actos de repudio o hasta con acciones físicamente violentas.
A la vez, continúa el reclutamiento de jóvenes cubanos en edad militar y la activación de los reservistas.
Se denunció el despido inmediato de una empleada de una empresa textil capitalina que se negó a participar en la ofensiva contra los manifestantes, no sin antes ser víctima de todo un acto de repudio organizado por sus propias compañeras frente a su vivienda.
Natasha Medina, una joven traductora y madre cubana, contó que se presentó por causalidad en la protesta del domingo en Ayestarán y Aranguren, y allí vio a muchos civiles con piedras y bates de béisbol en mano, a lo que sumó que también se alejaron de la multitud muchísimas personas con grandes heridas (sobre todo en la cabeza).
Se apresuró a tomar bastantes fotografías con su teléfono celular, y, al salir, 8 hombres les interrumpieron el paso a ella y a su prima para exigirles que borraran todos los materiales y evidencias que habían guardado sobre los hechos. Aunque ella no quiso, las amenzaron con detenerlas.
Fuentes dentro de una editorial oficialista de alcance nacional en la ciudad, aseguraron que varios ‘cuadros’ llegaron con un gran número de garrotes de madera y los entregaron a sus trabajadores, para que «se defendieran de las provocaciones de los mercenarios». Más de un empleado se resistió a la orden.
Mientras, ha circulado un vídeo donde se ve a agentes de las Tropas Especiales de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) irrumpiendo en la vivienda de Daniel Cárdenas Díaz (en la intersección de las calles Velázquez y Palma, municipio Cárdenas, Matanzas), propinándole una gran golpiza, varios disparos y procediendo, últimamente, al arresto.
Todas estas acciones «defensivas» son producto del llamado del presidente de Cuba y primer secretario del Partido Comunista (PCC), Miguel Díaz-Canel, al enfrentamiento civil y a la represión de los manifestantes.
La esposa del detenido, Marbelis Vázquez, declaró envuelta en un llanto inconsolable que esos oficiales destruyeron todo lo que había dentro de su vivienda y decomisaron todo lo que podía ser de valor. La mujer no comprendía la razón del atentado y en su sala solo quedaba un inmenso charco de sangre, luego de que su marido fuera arrojado a un camión «como si fuera un puerco».
Estos «actos de reafirmación revolucionaria» fueron comunes en todo el país, y muchos fueron del tipo propagandístico, como el que se hizo en el parque Mariana Grajales (en El Vedado), con bocinas gigantes y canciones comunistas día y noche.
Las tiendas en Moneda Libremente Convertible (MLC), de forma simultánea, se hallan custodiadas de arriba a abajo por cuerpos militarizados, por temor a que vuelvan a ser asaltadas como sucedió el domingo.
Las autoridades cubanas cada vez se contradicen más, pues siguen convocando a los «revolucionarios» a salir a la calle a «defender la Revolución» cuando las cifras de la pandemia en la isla continúan alarmantes y en la mayoría del país existen medidas de restricción de movimiento ciudadano.


