Fernanda León Santamaría es un punto fijo en las extensas colas de jubilados frente a la farmacia del barrio cada semana, la que espera pacientemente con la férrea esperanza de poder adquirir metocarbamol y picosulfato de sodio cuando llegue el surtido semanal (si llega), pero ambos medicamentos se hallan oficialmente deficitarios desde hace meses en el país y ya no tiene con qué calmar sus serias dolencias musculares y su estreñimiento crónico.
Ha confesado haber pagado hasta 40 CUP por un solo blíster de metocarbamol (con 10 tabletas), y que lo consiguió barato luego de una ardua búsqueda, pues resulta tan difícil de encontrar que en zonas como en el periférico municipio de Regla, el mismo blíster ronda y hasta supera los 60 CUP.
La propia dependienta de su farmacia aconsejó a Fernanda que pidiera que un familiar le enviara la otra medicina desde el extranjero, porque en la isla sería imposible encontrarla. Ella no tiene familia en el exterior de Cuba; la poca que le queda, reside en la isla.
Luego de que comenzara la implementación de la Tarea Ordenamiento (en enero de este año) y los precios minoristas de los medicamentos en la red estatal de farmacias se elevaran drásticamente, estos productos no han hecho otra cosa que desaparecer casi totalmente del panorama nacional.
Paulina Flores Agüero se vio obligada a comprar un tubo (de 70g) de Permetrina en 2.000 CUP para tratar la terrible sarna (escabiosis) que ella, su hija y su sobrina están padeciendo y que, de hecho, se está convirtiendo en epidemia en el territorio nacional.
Flores Agüero aseguró que esta enfermedad es fácilmente tratable y con resultados culminantes en un semana si se cuenta con los medicamentos adecuados, pero en las farmacias estatales no se halla ni un solo fármaco útil para este tratamiento.
Murillo Jorge, jefe de la Comisión de Implementación y Desarrollo de los Lineamientos, cuando le comentaron sobre las numerosas quejas del pueblo por la desprotección a los ancianos, expresó que toda la responsabilidad de garantizar la calidad de vida de aquellos que han trabajado toda la vida y que ahora constituyen personas vulnerables, no puede recaer únicamente sobre «el Estado cubano». Dijo que la responsabilidad también debe ser asumida por la familia: «El que más y el que menos tiene un adulto en la familia».
Aurora Oliva saca la conclusión de que no es necesario solo tener familia para conseguir medicamentos, sino que esa debe estar radicada en el extranjero.
Aurora, vecina de Playa, se ha dedicado a intercambiar los medicamentos que sus hermanos le enviaron desde España para apoyar el tratamiento de sus padres (quienes fallecieron hace 2 meses) por otros que sí le hagan falta (debido a que venderlos resulta ilegal).
Oliva se siente realizada con intercambiar fármacos como Amiodarona, Becloasma, Hidroclorotiazida, Levoemer, Ranitidina, Carbamazepina, Meclizine; Novatropin, Aciclovir, Tramadol y Clotrimazol, porque sirven para tratar condiciones complejas y en el mercado negro solo aparecen por más de 500 CUP el frasco o el blíster.
El precio de los botiquines de primeros auxilios de la farmacia internacional del Hospital Cira García, los cuales contienen útiles como mercurio cromo, alcohol, gasas, esparadrapos, agua oxigenada y tijeras, fluctúan entre los 1.500 y los 5.000 CUP en dependencia del tamaño de los frascos.
Los sanitarios tienen la prohibición expresa de advertir a los pacientes que no hay disponibilidad de medicamentos, según Susana, una estudiante universitaria y «voluntaria de las brigadas contra el coronavirus», y agregó que deben recomendar remedios homeopáticos o decirles que utilicen lo que tienen por casa, o si no se enfrentan a expulsión o procesamiento por tribunales laborales.
Residentes de La Habana se han visto en la obligación de emplear fármacos vencidos. En ese caso se encuentra Arletis Castro, cuya hija de tres años fue diagnosticada con amigdalitis. Incluso sabiendo que no hay medicamentos en farmacias ni hospitales, la pediatra le recetó antibióticos, otra de las indicaciones a seguir por los profesionales de la salud. En el mercado informal, diez tabletas valen entre 80 y 100 CUP. Recurrió, entonces, a Cefalexina vencida que encontró y, por suerte, le funcionó, por lo que enseguida se insertó en un grupo de Whastsapp de intercambio de fármacos.
Vecino del consejo popular Pueblo Nuevo, Armando Iglesias dependen desde hace muchos años de su medicación para combatir su esquizofrenia y mal de Parkinson, entre la que se destaca una de las medicinas «controladas»: el Trihexifenidilo. Confesó estar afectado por la carestía, la falta de información y los altos costos que pueden llegar a alcanzar este tipo de fármacos, que en su caso deben tomar tres veces al día por indicación médica.
La especialista médica que atiende a Iglesias y a otro conjunto de pacientes con sus mismos trastornos psiquiátricos admitió que existe un riesgo potencial de violencia hacia su propia persona, aunque no todos los pacientes manifiestan comportamientos violentos cuando se interrumpe su prescripción médica.


