Patricia Ramírez González, la joven actriz que se dio a conocer hace casi una década por su participación en la telenovela cubana «Cuando el amor no alcanza», sufrió un terrible accidente de tránsito 7 años atrás que dio un vuelco radical a su vida.
Su madre, Nilda González, rememora los amargos pasajes relativos al siniestro, mientras Patricia yace en una bata rosada, entre pulcras sábanas, parpadeando 2 veces para decir «sí».
Justo cuando Patricia interpretaba a Leida en la conocida novela televisada, la joven actriz se transformó en un fenómeno mediático debido a su accidente.
Nilda asegura que se disgusta grandemente cuando se refieren a la situación de su hija como «vegetal», porque le parece un término demasiado despectivo y poco vinculado con las circunstancias de su niña, pues, aunque sepa que se halla en estado neurovegetativo, ella siente que la entiende y comparte con ella.
En la noche del 17 de abril de 2014, el auto en el que Patricia andaba se vio embestido por otro vehículo que venía por la avenida 31 e intentó doblar en la calle 18 (La Habana). Nilda fue avisada esa misma noche, a eso de las 12, y enseguida dejó su apartamento en Olivos Uno (Sancti Spíritus) para viajar rápidamente hacia la capital del país.
La joven le pasó por delante a su mamá en una camilla, ya en el hospital, pero estaba tan inflamada que resultaba irreconocible hasta para su propia madre.
Con solo 23 años, Patricia sufrió múltiples traumas craneales severos y diversas fracturas. Fue atendida en más de 5 hospitales especializados en La Habana, pero sus síntomas e infecciones solo fueron a peor.
Nilda permaneció durante 3 años en la ciudad en la batalla por lograr que su hija sobreviviera, luchando cuando cada día se le acercaba un médico a transmitirle que Patricia no lograría recuperarse y que ya manifestaba muerte neurológica, y cuando la joven era intervenida quirúrgicamente y sometida a tantas terapias. Todo se intentó con ella, haciendo uso del mejor equipo y el mejor personal médico del país, e incluso colaboradores del extranjero.
Sin lugar a dudas, Nilda se ha mostrado indomable ante cualquier posibilidad de que su niña perdiera la vida, insistiendo, vigilando, atendiendo cada detalle, ayudando en todo lo posible.
Con una voluntad férrea, defendió su posición durante los encontronazos sucedidos entre ella y Sahilí Hernández, quien habló con ella para lanzar una campaña de recaudación de fondos para apoyar el tratamiento de Patricia y llevarla a Estados Unidos a que recibiera una mejor atención, pero cuando tuvo que ceder lo recolectado, decidió quedarse con una parte.
Nilda publicó los mensajes que habían intercambiado y evidenció la estafa, por lo que Hernández tuvo que devolver todo el dinero a la página y a los donantes.
Ya han pasado 4 años, y pensaba que iba a poder superarlo, pero la vida trae nuevos capítulos y el estado neurovegetativo de Patricia se convirtió en permanente luego del año de no mostrar cambios.
Nilda cambió también con el suceso: dejó toda su vida para dedicarle tiempo a su hija. Graduada en inglés y ruso y profesora del Centro de Capacitación de la Empresa Nacional de Servicios Aéreos, solicitó un retiro especial que protege a las madres en condiciones afines.
Confiesa que le dolió no haber podido apoyar a su hijo Orestes durante su tiempo en el servicio militar, pero afirma que él la comprendía; todo para que su hermana se pusiera bien.
Nilda la cuida desde su nuevo apartamento en un edificio de Garaita, asegurado por el gobierno espirituano. Señala que todos los vecinos la ayudan, y que la atención médica de los galenos y enfermeras del consultorio ha sido excelente, así como los de Salud Pública. Patricia ha tenido seis ingresos en la casa, y que llegue a ese nivel se debe a que el personal médico confía en la familia y viceversa.
Nilda siempre cheque si respira bien y de nuevo los ojos, si le molestan las escaras, pregunta si se siente bien, admite que por las noches se levanta y le propina alguna duralgina para aplacar un dolor por el que se imagina que su hija sufre.
Los potenciales evocados siempre han apuntado a que Patricia tiene cierta percepción auditiva, y Nilda sabe que reconoce su voz, y que cambia el semblante cuando la escucha comentar cosas tristes.
Una foto en la pared ayuda a recordar la Patricia preciosa, coqueta y altiva que fue, como en los tiempos del grupo de teatro villaclareño o los Tras la Huellas, o la telenovela que no pudo terminar.
Nilda indica lo difícil que se torna verla así, con lo linda y lo saludable que era, pero asume esta Patri, disfrutando de los pequeños detalles, cuando le echa colonia, cuando le habla de su hermano, aprendiendo a lidiar con la situación como una lección de vida. No cree que merezca mérito alguno por su labor, porque sabe que es lo que su hija espera de ella y lo que quiere hacer en aras de acompañarla en estos duros tiempos.


