A pesar de no ser tan ostentosos como los nuevos ricos rusos que asaltan y vacían los anaqueles en Marbella, estos nuevos ricos en Cuba, cuyo tren de vida no es que se parezca a un millonario de Qatar que compra por puro placer un arruinado club de fútbol europeo, si tienen un comportamiento y una “pinta” que los hace resaltar por encima de la media.
Los hay de todo tipo. Existen los privilegiados de toda la vida: gerentes, ministros o generales que dejaron a un lado el uniforme verde olivo para pasar a lucir una impoluta guayabera blanca. Ellos pueden disfrutar sin susto de una cena con mariscos y el mejor vino tinto español.
Se accede a esta casta por genes familiares, lealtad o adulonería. Pero es un coto exclusivo. De acuerdo a su jerarquía, estos burgueses pueden tener desde un Hummer hasta un yate.
Suelen viajar de vacaciones a Cancún o Ibiza. Por “decreto divino”, pueden tener en casa “antena“, internet y hasta varios autos. No tienen que apagar los aires acondicionados por miedo a que la cuenta de la electricidad los mate de un infarto y, cuando el dólar estaba prohibido, en sus carteras había billetes del “enemigo”.
Existieron (y existen) otros tipos de ricos a los que la gente les dice “macetas”. Estos, son una especie de ladroncillos de cuello blanco que logran sacarse algunos millones de pesos y que abundan en los diferentes niveles del ministerio públicos (cuando los descubren “les parten las patas”, pero esa es otra historia)
Muchos de estos “leales” dirigentes portan el carnet del partido a conveniencia y son capaces de soltar un discurso cargado de consignas revolucionarias, pero luego frente a sus viviendas se parque una guagüita llena de cajas de alimentos y artículos que el cubano de pie tiene que “sangriar” para llevar a su mesa.
Los cubanos están conscientes que estos andan en carros que se mueven con gasolina del estado, pero que utilizan para resolver sus problemas personales. Además, es un secreto a voces que invierten en grandes negocios familiares (no a su nombre por supuesto, eso es para el bobo) y que debajo de sus colchones guardan dólares y euros. Los más listos desertan durante algún viaje oficial y con el dinero “bien ganado” se montan alguna empresa discreta en la Florida.
La gente de a pie sabe igualmente que el número de emprendedores privados que está ganando considerables sumas de dinero va en aumento, pero a ellos no les queda de otra que seguir estirando su modesto salario hasta fin de mes.
En Cuba existen además los llamados «metedores de cuerpo». Personas que siempre han vivido al margen de la ley y que lo mismo venden ropa, perfumes, casas o autos. Estos metedores de cuerpo, o “luchadores” como también se les dice, cogen la plata ahorrada y se montan una cafetería o maquillan un poco alguna vivienda para rentar habitaciones a los turistas.
También los están los llamados ricos “de flay”, los cuales viven bien gracias a las remesas giradas por parientes en Miami, que para poder sostener el tren de vida de estos tienen que muchas veces dejarse la piel en al menos dos trabajos y horas extras.
Los nuevos ricos pueden darse el gusto de comer varias veces a la semana en una paladar e incluso pagar 150 cuc por un cubierto en el concierto del reguetonero de moda en uno de los bares privados.
Algunos los envidian (de todo hay en la villa del señor), pero por lo general, los cubanos ven bien que su vecino pueda prosperar y darse ciertos lujos. Eso sí, no dejan de soñar con que algún día ellos también puedan visitar sitios caros y darse buena vida, aunque muchas veces se les va la vida en eso… soñando con mejor mañana.


