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En Santiago de Cuba el pan era el salvavidas de los más pobres para llevar algún alimento a diario a sus mesas en medio de tanto desabastecimiento y precios abusivos

Luego de que las autoridades nacionales reportaran las «severas afectaciones» que se sufrirían en el presente mes y hasta julio en las producción y venta de pan liberado, Maylin Atiénzar se vio sin alternativas a las que recurrir para suplir las urgencias nutricionales de sus 2 hijos menores de edad y su madre, jubilada e hipertensa.

A la madre soltera de Santiago de Cuba ya no le es posible garantizar tres comidas diarias para su familia, pues el pan constituía «el calzo para alejar el hambre».

Luz Eneida se ha negado a comprar el pan normado a base de boniato, yuca, calabaza, harina de maíz y demás inventos que el Gobierno provincial ha utilizado para lograr cumplir con al oferta relativa a la demanda del producto, el más básico de la dieta del cubano, debido al grave déficit nacional de harina trigo. Asegura que «es ácido, huele a cucaracha y los vendedores lo pregonan a 10 pesos», un precio abusivo para el cubano de a pie.

La madre de Yuliet tiene 80 años de edad y es diabética, así que tiene que ingerir 6 comidas al día para regular su organismo, pero ahora se halla desesperada porque, sin pan, tampoco cuenta con las medicinas necesarias para atender su condición de salud (a causa de la profunda escasez de medicamentos en el país) y el Estado solo le proporcionó tenca como parte de su cuota de dieta de este mes.

El único salvavidas para no morir de hambre en esta provincia fue víctima también de la crisis económica, del desabastecimiento y de la falta del liquidez con la que tanto el Gobierno justifica sus decisiones.

En gran parte del país, la producción de pan se redujo en un 30% y la entrega a los centros gastronómicos se quedó en el 50% de lo planificado. El sector empresarial quedó excluido de la lista de entregas imprescindibles (a excepción de los comedores del Gobierno y del Partido), y en algunas provincias se afectó hasta el pan normado, prohibiendo la venta del producto a personas pertenecientes a grupos etarios no vulnerables.

Se repartió pan hecho con harina de maíz en los centros de aislamiento para pacientes sospechosos y positivos al virus de la COVID-19, donde Angelina estalló contra los médicos, que más apenados no podían estar.

Hilda, una jubilada únicamente soportada por su pensión, no cuenta con la salud necesaria para hacer las colas kilométricas del poco pan liberado disponible, por lo que paga 15 CUP por un pan de 200 gramos y lo divide en 4, para poder consumirlo, a veces hasta con moho, una vez al día.

Mientras los asalariados estatales viven con la perenne pregunta de si alcanzarán a sobrevivir con los sueldos que reciben, los trabajadores por cuenta propia se lamentan por el estado de desempleo del que no parece que saldrán rápidamente.

Una joven que va y regresa con hambre de su trabajo, Aimara, achacó que la situación del pan demuestra «la incapacidad del Estado para resolver el desasosiego de las familias de menos ingresos».

Aproximadamente un 80% de las pizzerías y los cuentapropistas que se dedican a la confección de dulces y cakes han cerrado o se han arruinado, aunque muchos tienen esperanza de que mejore la situación, calificándolo de «milagro».

Interruptos hay tanto en el sistema sistema empresarial como entre emprendedores privados, y varias de las cafeterías que vendían desayunos ahora ofertan cigarros de contrabando. Los pocos propietarios que continúan con sus negocios abiertos tienen que enfrentar las grandes trabas para adquirir insumos, el asedio de los inspectores y la apatía de las aseguradoras.

La intendencia responsabilizó al embargo estadounidense sobre la isla por imponer obstáculos a la alimentación del pueblo, aunque también reconoció que «el escenario económico» que experimenta el país restringe la cuota diaria de harina de trigo destinada al territorio.

No obstante, los consumidores achacaron las culpas al Gobierno por no priorizar la compra de trigo, pues es opinión popular que las autoridades asumen que la población continuará aguantando la incapacidad de su gestión administrativa.

La emisora oficial CMKW Radio Mambí mencionó recientemente que hasta el mes de julio se plantea sustituir una parte de la harina de trigo con plátano, boniato, calabaza y maíz.

El director provincial de la Cadena del Pan, Mario Labrada, comentó que los experimentos han tenido resultados satisfactorios, pese a que la población ha rechazado vía redes sociales la obligatoriedad de la generalización del producto.

La directora de la Oficina Nacional de Inspección Estatal, María de los Ángeles del Rey, admitió las diferencias en cuanto a sabor y textura que tiene este nuevo producto en contraste con el hecho a base de harina de trigo. Incluso sabiendo las críticas, los funcionarios han reiterado que el nuevo pan tiene «un valor agregado nutricional y contribuye a la soberanía alimentaria».


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