Luego de que la Empresa Cubana del Pan anunciara la decisión de utilizar un 20% de harina de maíz en la preparación del pan para suplir el déficit de harina de trigo que atraviesa el país, algunos inspectores del Ministerio de la Industria Alimentaria (MINAL) han admitido que se han recibido numerosas quejas por parte de la población con respecto al nuevo sabor y textura de este producto con el nuevo ingrediente incluido.
Su comercialización liberada comenzó en la provincia de La Habana y ya se conoce que la mayoría de los capitalinos le han hecho un rotundo rechazo a la nueva receta del producto, pues se comparte el criterio de que su aspecto resulta desagradable y poco apetitoso, sobre todo por las partículas de maíz que aparecen en la superficie.
La directora de la Oficina Nacional de Inspección Estatal del MINAL, María de los Ángeles del Rey Batista, declaró que el nuevo pan tiene un sabor amargo que puede llegar a sentirse hasta ácido.
«El pueblo opina que el aspecto del pan es desagradable, que las partículas de maíz que aparecen en la superficie del mismo hacen rechazo de la población (sic), que el pan tiene un sabor amargo y en ocasiones llega a ser ácido», explicó la funcionaria ante las cámaras de la televisión estatal.
El director general de la Empresa Cubana del Pan, Daniel Cobas Cheda, señaló que los altos responsables de la elaboración y comercialización de este producto en la ciudad han estado trabajando junto a los panaderos en velar por la falta de deficiencias en el pan, «para evitar cualquier inconformidad».
Los elaboradores, por su parte, creen que el producto es totalmente distinto en las distintas panaderías de La Habana porque, aunque trabajen con los mismos ingredientes, todo depende de quien prepara la masa, por lo que algunos establecimientos venden mejores panes que otros.
El director general de Política Industrial del MINAL, Diorgys Hernández Díaz, explicó que la gran crisis de suministros de harina de trigo que ha generado tal experimento con la de maíz, se debe a 4 causas fundamentales: “retrasos financieros” en el pago de los barcos que traen el trigo a Cuba, “roturas en (esos) barcos”, “disponibilidad en los mercados” donde Cuba compra el trigo y la acumulación de más cantidad del grano en esta época del año.
No obstante, se ha asegurado que no existen afectaciones para cubrir la demanda de pan normado (el que continúa elaborándose con harina de trigo).
La Empresa Cubana del Pan anunció el pasado 10 de mayo recortes en un 30% de la venta diaria de pan liberado en La Habana, lo que se va a prolongar al menos hasta el mes de julio. Las autoridades de la provincia extendieron la reducción a los organismos estatales y a la red gastronómica, con problemas en la elaboración y comercialización de galletas saladas y dulces.
El comunicado tuvo una repercusión ampliamente negativa por parte de la población, en donde la escasez de comida ya hace estragos. La prensa estatal informó el 14 de mayo pasado sobre la incorporación de un 20% de harina de maíz a la elaboración del pan en la capital, con vistas a no continuar disminuyendo la oferta de pan liberado.
Cobas Cheda declaró entonces que el ingrediente no iba a significar un cambio en la calidad del alimento, aunque sí admitió que implicaría modificaciones en la textura y la miga de los productos de la panificación y la repostería.
María de los Ángeles del Rey alertó sobre las leves transformaciones en el sabor, pero reafirmando que la harina de maíz cumplía con los parámetros requeridos.
El propio Gobierno admitió en comparecencia televisiva en marzo que hace más de 30 años la población consume pan de mala calidad, incluso cuando se trata de un alimento básico en la dieta de la población cubana. Entonces también eran comunes las largas colas para adquirirlo en la modalidad liberada, por lo que los problemas de suministros no son nuevos.
Las autoridades justificaron la escasez con las dificultades que la isla enfrenta para harina de trigo desde Canadá o Rusia, teniendo en cuenta las restricciones impuestas por la administración Trump y la crisis surgida a raíz de la pandemia del COVID-19.
Territorios como Santiago de Cuba ya han comenzado a utilizar plátano, boniato, calabaza, entre otras materias primas como sustitutos de la parte de la harina de trigo que le corresponde a la elaboración. La Empresa Cubana del Pan en Pinar empezó en abril a vender a la población panes fabricados con un alto porcentaje de pulpa de calabaza como base.


