La Habana se siente desolada desde hace más de un año, cuando los turistas desaparecieron del panorama a causa de la llegada de la pandemia del coronavirus.
Las restricciones de vuelos que fueron implantadas a nivel internacional derivaron en la caída drástica del sector turístico en la isla y, consecuentemente, agravaron la crisis económica que ya venía asentándose, la que ahora puede llegar a compararse con el Período Especial de la década de 1990.
La Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) publicó esta semana un reporte que indica que llegaron a Cuba unos 79.913 viajeros internacionales hasta el mes de marzo de este 2021, una cifra alarmantemente baja en comparación con el 1.230.934 que llegaron en el mismo plazo en el 2020.
Pese a la reapertura de los vuelos comerciales a finales del año pasado y a las rigurosas limitaciones y protocolos sanitarios sobre los vuelos que el Gobierno cubano se vio obligado a implantar tras el último rebrote de la enfermedad, Cuba aún se halla en la peor etapa del virus en el territorio nacional, con cifras cada día más preocupantes.
Debido al déficit de turistas, los trabajadores estatales y privados destinados al sector turístico han tenido que reinventarse para encontrar nuevas fuentes de empleo y sobrevivir a esta crisis.
Los hoteles de la capital han comenzado a vender alimentos a nacionales para poder continuar generado ingresos y dar salida a los recursos que no han podido utilizar, aunque los precios continúan bastante elevados e inasequibles para el cubano promedio.
Jacqueline, residente en La Habana Vieja, comentó que La Vitrola, por ejemplo, era un espacio que siempre se atestaba de turistas, y que ahora está vacío a todas horas. También lamentó que los precios del lugar sean para extranjeros, pues los cubanos no se pueden permitir su pan con lechón a 80 o 100 CUP, o un plato de comida por 300 CUP.
Para la cubana, el epicentro histórico de la ciudad parece inerte desde que La Habana dejó de recibir turistas. Los «yumas», calificativo con los que los cubanos conocen a todo el que provenga de territorios foráneos, daban color y vida a esa parte de la urbe.
A pesar del panorama, muchos negocios del sector privado escogieron mantener sus puertas abiertas a consumidores cubanos, aunque sea para mantenerse a flote en lo que reabren las fronteras a vuelos comerciales regulares.
El propietario de un pequeño restaurante emplazado en la Habana Vieja esclareció que buena parte de los días no hacen ganancias, pero que lo realmente importante es mantenerse en el mercado, porque deben seguir como una buena opción ante otros negocios nuevos que se preparan para abrir.
Otra de las vecinas aledañas, Yaima, opina que la ausencia de turistas perjudica a los residentes de la zona del casco histórico, pues esto encuentran su sustento económico en el sector turístico.
Finalizó alegando que todos los residentes de los alrededores buscan su dinero cuando la Habana Vieja es un hervidero de turistas. A algunos les da por vender tabaco, o ron; a otros les funciona mejor actuar como intermediario entre los extranjeros y lo que desean. Las circusntancias actuales son lamentables: la vida se encarece y «no hay de dónde sacar un peso».


