Todavía existe demasiada incertidumbre sobre la campaña de vacunación de la población cubana que actualmente se está llevando a cabo con un muestra poblacional como parte de los ensayos clínicos de los candidatos vacunales cubanos; y no solo incertidumbre, también desinformación, generada tal vez por ignorancia o por desinterés, tanto del Gobierno por darla como del pueblo por recibirla.
La población de la isla aún carece de información sobre los protocolos de un ensayo clínico, los derechos de sus participantes o las regulaciones que se han establecido al respecto en el país. Pese a que todos conocen que el virus de la COVID-19 puede producir síntomas y secuelas muy graves, o la muerte, muchos se han negado a recibir cualquier vacuna, incluso después de que se apruebe oficialmente como antídoto contra la enfermedad. En contraposición, se encuentran los que se han dejado inyectar sin saber con qué.
El cuerpo humano puede demorar en desarrollar la cantidad de anticuerpos necesaria para vencer la infección durante la primera vez que esa persona se contagia con el SARS-CoV-2 (virus que causa la COVID-19), pero su sistema inmunológico recordará después cómo proteger al organismo en un caso similar. Las vacunas tienen la función de ser esa primera infección controlada para que el organismo aprenda a identificar y destruir la proteína exclusiva del virus.
El desarrollo de cualquier vacuna (como mismo se ha hecho con todas las ya probadas a nivel global) comienza por los estudios de laboratorio y en animales (estudios preclínicos). Luego llega la Fase I de los ensayos clínicos, donde se evalúa en humanos por primera vez (para analizar la respuesta inmunológica que provoca); después llega la Fase II, donde participan varios cientos de personas, con un grupo de placebo (para estudiar la dosis y el método de aplicación); y se culmina con la Fase III, donde se evalúa a miles o decenas de miles de personas (para estudiar los efectos secundarios).
El presidente del grupo empresarial de las Industrias Biotecnológica y Farmacéutica (BioCubaFarma), el Dr.C. Eduardo Martínez Díaz, señaló que el desarrollo de los (aún) candidatos vacunales cubanos fueron llevados a cabo por instituciones de gran experiencia y reputación en el campo, como el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) y el Instituto Finlay de Vacunas.
El especialista aclara que los sistemas productivos se estructuraron de forma que la fabricación sea de millones de dosis, tanto las requeridas para inocular a la población cubana como mayor cantidad para suministrarlas a otros países amigos.
Ileana Morales, directora nacional de Ciencia e Innovación Tecnológica del Ministerio de Salud Pública, precisó para El País el pasado 25 de marzo que primero se efectuarían “estudios de intervención en poblaciones que epidemiológicamente son de muy alto interés (…); un posible registro o aprobación de uso de emergencia y luego una vacunación a escala poblacional empezando en grupos de riesgo en todo el país”.
Se ha generado entonces la falta expectativa de que Cuba tiene ya vacunas aprobadas y de que personas han sido inmunizadas definitivamente, debido a declaraciones prematuramente optimistas por parte de funcionarios y especialistas, ausencia de información detallada en los medios y desconocimiento general de la población cubana sobre el tema.
El Centro Nacional Coordinador de Ensayos Clínicos (CENCEC), creado en 1991, constituye la entidad a cargo de diseñar, coordinar y ejecutar ensayos clínicos en Cuba. Pese a que en el resto del mundo se cobra muy bien por participar en una prueba clínica y deben dar su consentimiento informado, aunque es un trabajo para desesperados precisamente por el riesgo para la salud, en la isla solo se retribuye a los voluntarios con agradecimientos y satisfacción personal.
La Asociación Médica Mundial ha recalcado en su Declaración de Helsinki que el deber del médico consiste en velar por la salud, bienestar y derechos de los participantes en investigación médica, por lo que los trabajadores de la salud son los principales responsables de lo que les sucede a los participantes, además de que, como investigadores, tienen el deber de publicar los resultados de su investigación.
A pesar de dos de la vacunas se llaman Soberana, las personas que han utilizado para testearlas tienen una soberanía limitada, ya que carecen del conocimiento necesario para discernir entre si desean o no participar en el estudio, actuando en consecuencia de una información recibida y analizada.
