Los cubanos nunca han sido conocidos por sus pulcras e impolutas maneras, pero de ahí a que se haya generalizado el robo como fuente de ingresos de una parte significativa de la población, es un paso. No obstante, robar como forma de vida no tiene por qué haber sido una elección, sino una consecuencia de las trabas burocráticas excesivas y la falta de libertades impuestas por el Gobierno (y que ha guiado a la pérdida casi total de los valores cívicos).
Por supuesto, el auge de robos en Cuba se manifestó durante el Período Especial de los años 90, la mayor hambruna que se ha sufrido en el país. Con la ausencia de medios de transporte, el hurto de bicicletas se expandió como una epidemia.
Ahora, con el llamado «Período Especial II», cuando muchísimos factores se están dando a la vez (la implementación de la Tarea Ordenamiento, el recrudecimiento de las sanciones de Washington, la crisis económica de Venezuela, la llegada de la pandemia de coronavirus al escenario mundial, la drástica caída del turismo, la retirada de Raúl Castro del panorama político y el ocaso de la «generación histórica», etc), el robo de bicicletas vuelve a tomar fuerza en el contexto nacional.
Omar, un albañil del Reparto Primero de Enero (Mayarí), aseguró que robaron su biciclo de la terraza de su casa cuando apenas comenzaba a oscurecer. Cuando fue a presentar la denuncia, le informaron que era la número 19 en reportarse en lo que iba de año, hace ya un par de semanas.
La bicicleta de Alaín, un joven del barrio de Chavaleta, fue robada de la acera del frente de su casa; la de Alejandro, joven de 21 años residente en el barrio de Guayabo, fue robada del portal del domicilio de su novia (en el Reparto Emergencia) en cuanto se despistó por un momento. La policía no ha conseguido encontrar a ningún responsable hasta hora.
Otra víctima de robo, aunque no hay sido de bicicletas, Yordanis, cree que la Policía no está de verdad empeñada en aprehender a los ladrones que andan por la calle haciendo la vida imposible a la población; en vez, «está nada más para echar multas por nasobuco o al que vende cosas por ahí».
Jorge Chacón Martínez, joven de 25 años residente en el poblado de Guaro, en Mayarí, se suicidó recientemente tras haber recibido dos multas en la misma semana. Le fue impuesta una multa de 2.000 CUP la primera vez por circular sin mascarilla, y la segunda fue de 5.000 CUP debido a que estaba vendiendo plátanos sin licencia, lo que algunos conjeturan que hizo para poder abonar la primera sanción.
Una vecina, Teresa Miranda, comentó que la Policía no persigue a los ladrones, sino a los «infelices que están luchando la vida honradamente».
La Tarea Ordenamiento y la pandemia del coronavirus han provocado una inflación sin límites y una crisis que continúa agudizándose, por lo que el valor económico y como medio de transporte de las bicicletas ha aumentado.
Una vieja bicicleta con un funcionamiento aceptable puede llegar a valer 10.000 CUP en el mercado negro. Si tiene una buena apariencia, como de nueva, alcanza los 15.000 y 20.000 CUP. Los precios astronómicos definitivamente influyen en la creciente actividad criminal.
Vale resaltar que ni en las unidades comerciales en Moneda Libremente Convertible (MLC) el Estado ha ofertado bicicletas desde hace muchos meses, razón por la cual el mercado informal dicta las pautas.


