Las cifras de La Habana resultan altamente preocupantes: la incidencia acumulada a 14 días de coronavirus es de 314 por 100.000 y ha subido 24 puntos en el mes de marzo. Esto provocaría la toma de medidas urgentes en cualquier país europeo, los que incluso dictarían confinamiento obligatorio, pero la única orden lanzada en la capital cubana es la de incorporar a un miembro del Partido Comunista a cada uno de los 82 policlínicos de la ciudad para que supervise el cumplimiento adecuado de los protocolos sanitarios.
El sábado se reportaron 474 nuevos casos positivos a la enfermedad en la urbe (de los 950 totales en el país), y se añadieron 502 el domingo (de un total nacional de 919).
Luis Antonio Torres Iríbar, presidente del Consejo de Defensa Provincial, declaró que esta constancia en las cifras habaneras se debe a las muchas negligencias cometidas en los centros sanitarios: bases de datos desactualizadas, falta de rigor en el peaquisaje comunitario, celebración de reuniones, etc.
Torres Iríbar insistió en que el Partido tiene la responsabilidad de exigir un trabajo bien hecho por parte de los funcionarios de la salud municipales y locales. Advirtió que las consecuencias incluirían la aplicación del Decreto 31 a los cuadros y personal de la Salud y la imposición de multas de entre 2.000 y 3.000 CUP.
La población no se ha mostrado contenta con la escasas y poco severas acciones, y así lo ha reflejado en las secciones de comentarios de los portales web de la prensa oficialista, solicitando mayor exigencia, medidas más contundentes y dirigir los recursos estatales a fines más efectivos.
Un usuario expresó a Cubadebate que un cuadro del PCC en los policlínicos solo estorbaría en la labor de los médicos, y que todo el mundo sabe que las medidas de restricción de movimiento en la ciudad no han sido para nada efectivas, porque los números continúan subiendo y los habaneros continúan saltándose el toque de queda.
Se dijo también a Tribuna de La Habana que se debería dejar de señalar y responsabilizar a los profesionales de la salud cuando no es su culpa que la ciudad tenga tan alta incidencia de transmisión.
Pueden haber cometido alguna negligencia, según el usuario, pero ellos son los que están más agotados y continúan siendo amonestados por irresponsabilidades de la población.
Pese a que no faltan los que opinan que sí existen irregularidades en los policlínicos y hay que frenar el fenómeno, una buena parte considera que los problemas residen en las calles y que se debe poner fin a las infracciones de las normas o, en contraposición, recrudecer las propias medidas.
Algunos reclaman que se debería restringir el movimiento a nivel provincial en vez de de colocar un cuadro del PCC por policlínico, pues estos representantes trabajar contra coleros, revendedores y los que ponen precios de abuso a la población, no para «supervisar el digno trabajo de los trabajadores de la Salud».
El Gobierno cubano nunca recurrió a implementar un confinamiento tan estricto como los que llevaron a cabo en China, especialmente en Wuhan, donde comenzó la pandemia, o en la mayoría de los países de Europa, donde actualmente sufren una cuarta oleada de contagios y donde han establecido, en mayor o menos medida, ciertas restricciones de movilidad, toques de queda o cierre de actividades. Estas medidas se encuentran en dependencia del «semáforo covid» de cuatro colores consensuado por el Consejo Europeo.
Con las cifras actuales, la isla estaría enmarcada en un color rojo (150-500 casos por cada cien mil habitantes) de este medidor. Sin embargo, este tipo de cierres conllevan un desgaste económico y político muy elevado para los países. La economía cubana difícilmente podría soportar estos cierres de actividades, que implican gastos en ayudas directas e indirectas para los perjudicados, por lo que la espera por la aprobación final de las vacunas pone a la isla entre la espada y la pared para frenar la expansión de la enfermedad.
