El Gobierno cubano se encuentra desesperado por recolectar divisas extranjeras, por lo que se encuentra incentivando las inversiones de capital privado de cubanos residentes en el exterior que estén interesados en hacer negocios en la isla.
Este tema no debería siquiera estar sobre la mesa hasta que los cubanos que sí viven en el país puedan hacer lo mismo y en pleno reconocimiento y uso de sus derechos, pues, luego de años (y hasta siglos) de discursos sobre libertad y soberanía, el Gobierno pretende vender el país a trozos.
Katia Alonso, directora de negocios del Ministerio del Comercio Exterior y la Inversión Extranjera (MINCEX), explicó recientemente que la cartera de negocios lanzada por el Gobierno cubano para este fin trata de igual forma tanto a los inversionistas cubanos residentes en el exterior como a los inversionistas extranjeros, y que este año se han lanzado ofertas de proyectos mucho más pequeños, diseñados específicamente para la inversión de cubanos en el extranjero, los que deben resolver gradualmente el problema de la alimentación (por ejemplo).
La Ley 118 permite esta disposición, pero han sido pocos los no residentes en la isla que han decidido invertir. Para este año 2021 se han lanzado 503 oportunidades para la inversión extranjera.
Dado que industrias como la del turismo (la principal de Cuba) llevan más de un año paralizadas, el Gobierno se halla aceptando e invitando todo tipo de capital extranjero y a cualquier costo.
Cuba no es desde hace ya mucho tiempo una tierra fértil para las inversiones; todas se realizan asumiendo que se corre un altísimo riesgo de terminar en un estrepitoso fracaso. La economía cubana sufre de profundos desequilibrios internos y externos, con una dependencia extrema a las condiciones de países benefactores (URSS, Venezuela) y opositores (Estados Unidos), donde las políticas nunca alcanzan sus objetivos y los proyectos son más bien sueños sin ningún tipo de justificación o viabilidad detrás, donde se sufre de grandes trabas por parte del Gobierno y donde se están llevando a cabo comprometidos procesos económicos.
Sin embargo, la inversión «informal» de cubanos no residentes en la isla sí se ha ido consolidando en los últimos años, dado que el boom turístico y económico de 2015 propició alianzas entre cubanos de aquí y allá (además de entre extranjeros y cubanos) para anclar negocios privados en el país.
Verdaderamente, la inversión privada de extranjeros o no residentes en la isla asegura una baja rentabilidad en cualquier rama de la economía, dado que los obstáculos que impone el Gobierno (que todo lo quiere controlar y detesta el enriquecimiento de la población), las trabas impuestas por el bloqueo de Estados Unidos, el desabastecimiento, la escasez y hasta la mala suerte, provocan que ningún negocio genere mucho más que el costo.
Por otra parte, existen dudas acerca de la forma de materializar la inversión, dado que son altos los riesgos de entrar en negocio con familiares, amigos o conocidos.
También resulta peliagudo el tema de en qué invertir, pues las opciones reales son escasas. Las verdaderas alyernativas radican en actividades ya asumidas con auge por el sector privado, como transporte, restaurantes y bares, y ninguna de ellas ofrece perspectivas razonables para apostar con capital a medio y largo plazo.
Además, el problema del controlado sistema bancario cubano, muy atrasado e incapaz de articular un sistema financiero que de respaldo al capital extranjero.
La burocracia estatal es también un asunto que provoca reticencia a cualquier interesado. Interminables se tornan las negociaciones, en donde siempre se carece de algún permiso pendiente. Y cuando toca devolver los beneficios obtenidos, el Banco Central no tiene divisas para la transferencia a las casas matrices.
En fin, el marco jurídico que establece la Ley 118 autoriza al cubano que vive en el extranjero a invertir en Cuba; sin embargo, la incertidumbre y las alarmas son tantas que quitan el coraje hasta al más intrépido, por lo que hasta que no hayan transformaciones radicales a la economía cubana, no vale la pena poner un centavo.
En cambio, una buena idea en estos momentos sería aprovechar que muchas de las empresas cuentapropistas se encuentran a poco de cerrar para construir un nuevo modelo, atractivo para el capital de cubanos residentes fuera de la isla hacia esos negocios.
