Los cubanos constituyen la segunda y la tercera mayor clientela de las instalaciones hoteleras del país desde hace unos 5 años, según datos oficiales suministrados por el Ministerio de Turismo.
Además, más de 3 millones de nacionales se hospedaron en estos hoteles en el año 2018, pues desde 2008, cuando se eliminaron las restricciones que alejaban a los cubanos de los extranjeros, la tendencia al turismo nacional ha ido en crecimiento.
Aún así, todavía existen muchas regulaciones que discriminan rotundamente al nacional en comparación con los turistas foráneos, un rastro que recuerda a los tantísimos años de verdadero atropello, un tiempo donde los cubanos no tenían permitido disfrutar o siquiera acercarse a una instalación destinada al turismo.
Todavía queda la incertidumbre de en cuáles hoteles pueden entrar los cubanos, aún cuando ha pasado más de una década desde que se despenalizó, pero las prácticas habituales y el famoso «derecho de admisión» dan razones para desconfiar.
Lo peor de todo es que ya la autodiscriminación, esa ideología de que a los cubanos, con respecto a los extranjeros, no se les permite nada, está tan dentro de nuestra forma de pensar y de nuestra idiosincrasia casi que como el café o la yuca con mojo. Es normal afirmar en el día a día: “eso seguro no es para cubanos”.
Muchos fenómenos ocurren en la industria cubana del turismo de los que la población ni se entera porque la transparencia nunca ha sido (ni será) el punto fuerte de este Gobierno, pero sí provocan muchas, demasiadas interrogantes: ¿a dónde fue a parar todo el dinero que generaron los más de 4.7 millones de turistas anuales que solían llegar a Cuba hace apenas un par de años? ¿por qué los trabajadores del MINTUR estaban obligados a donar (sí, esto es contradictorio porque la acción de ‘donar’ implica voluntariedad) sus propinas al Ministerio de Salud Pública cuando este organismo ingresa incluso más que el primero por concepto de exportación de servicios médicos? ¿dónde acaban los millones de kilogramos de carne de res que se compran a Chile?
El pueblo nunca se ve beneficiado con las ganancias, y más que eso, tiene que sufrir una crisis económica y sanitaria insoportable.
El anuncio de los 3 millones de turistas estadounidenses que ya no iban a llegar, debido a las sanciones que la administración Trump impuso sobre la isla, tampoco frenó los procesos inversionistas, por lo que la planta habitacional parece continuar aumentando sin siquiera tener constancia de que se amortiguará la inversión en un futuro próximo.
Hoteles fantasma son un hecho a lo largo del país, despoblados hasta en temporada alta, hasta que los turistas nacionales han llegado al escenario para cubrir las bajas que representó el cierre del turismo internacional.
Así surgieron los “turistas criollos” que siempre serán vistos como un “mal necesario”, y que con el tiempo se han convertido en sujetos de privilegio, personas con dinero a base del esfuerzo de haber invertido en pequeñas empresas.
Son los cubanos que llegan con divisas extranjeras para vacacionar con sus familiares o los que reciben remesas quienes acuden todos los veranos, incluso los de 2020 con la pandemia cobrando auge, a las instalaciones hoteleras que, de lo contrario, estarían vacías.


