La economía cubana se ha visto severamente afectada en el último año por el impacto que ha tenido la llegada del virus de la COVID-19 al territorio y por el distanciamiento financiero que han tomado sus aliados políticos Rusia y China.
Rusia suspendió la inversión para el desarrollo de 50 proyectos en la isla por falta de pago y Cuba ha disminuido las importaciones de productos chinos en un 75% en los últimos 5 años.
Estos gigantes asiáticos han dejado en evidencia su intención de no permitir las fórmulas parasitarias de sustento a la que la isla está acostumbrada (con antecedentes en sus relaciones comerciales con la URSS y con Venezuela).
Cuba parece ser el único bando en la historia que todavía no ha notado las no muy sutiles pistas. La nación caribeña, desde la llegada al poder de Fidel Castro, se ha sostenido mediante créditos que todo el mundo conoce que no serán pagados, pues se han declarado insolventes y los países emisores han tenido que perdonar deudas en más de una ocasión.
El gobierno ruso perdonó, en 2015, 29.000 millones de dólares de un total de 32.000 millones de una deuda que La Habana aún arrastra desde los tiempos de la antigua Unión Soviética. China perdonó un 47.2% de los 6.000 millones de dólares en deudas que mantiene Cuba con Beijing.
El Gobierno cubano logró sellar un acuerdo con el Club de París que pudo reducir la deuda externa cubana en un 81.6%.
Los millones debido a a Rusia contemplaban la inversión para unos 60 proyectos del sector ferroviario, la industria siderúrgica, el sector de energía y la biotecnología a ejecutarse en la isla, pero la falta de pago por parte del Gobierno cubano y el incumplimiento con cláusulas del acuerdo de 2015 llevaron a los rusos a suspender la mayor parte de estos convenios de cooperación.
Asimismo, las relaciones entre Beijing y La Habana se han tornado tan tensas que las importaciones de productos chinos han caído en un drástico 74.57% en el último lustro.
En fin, las finanzas cubanas escasean con cada día que pasa debido, entre otros factores, a los retrasos en el pago de la deuda con el Club de París, China y Rusia, lo que ha dejado sin créditos a la irreformable economía cubana. Ello y el rebrote de la pandemia no auguran una recuperación óptima en el horizonte.
La deuda externa nos aprieta cada vez más la soga, lo que repercute, obviamente, en los bolsillos del pueblo. También se verá en crecimiento la carencia de suministros básicos en las tiendas, tanto en CUP como en MLC, por los que los precios en el mercado informal subirán como la espuma, lo que significa inflación y un mayor costo de vida para todos.
Mientras, la situación es aún más tensa en el área de las relaciones comerciales entre el Gobierno y las empresas extranjeras con inversiones en el país, lo que provoca que se acreciente el carácter indeseable de la isla en materia de inversión extranjera.
Por si fuera foco, la Tarea Ordenamiento está elevando olas de indignación en las calles, y ello espanta a cualquier potencial inversor que no necesita más razones para desconfiar de las oportunidades de inversión en Cuba. Por tanto, y dado que el problema surge a nivel interno de la organización del país, hasta que haya una reforma radical y sean liberadas totalmente las fuerzas productivas, no mejorará la situación.
