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Centros de aislamiento, la pesadilla de ser cubano o el paraíso de ser un «yuma» si viajas a Cuba en medio de la pandemia

La prensa a diario muestra evidencia de que las condiciones en las que viajan ciudadanos extranjeros y cubanos residentes en el exterior a Cuba superan con creces en calidad a las que deben sufrir los cubanos residentes en la isla, aunque lleguen en el mismo avión.

Los turistas en Cayo Largo del Sur no tienen la obligación de usar nasobuco ni de someterse a una cuarentena de 15 días, sino que pueden andar con libertad por el hotel, y no solo eso, sino que también se construyó y equipó en tiempo récord en ese cayo un laboratorio para acelerar la entrega de los resultados (de no ser así, las muestras tendrían que viajar a La Habana y regresar).

La noticia ha sido emitida con mucho entusiasmo por parte de los medios oficialistas cubanos, pero ninguno tomó en cuenta que las afectaciones por las altas concentraciones de salitre y la vulnerabilidad al paso de huracanes aseguran la urgencia de renovar todo cada año, una inversión considerablemente alta e innecesaria para un país en crisis.

Pero todo esto no tiene importancia, porque los turistas tienen que sentirse extremadamente bien atendidos, y es por esto que se les obsequian cócteles gratis en la sala de espera del aeropuerto y se les entretiene con algún grupito de música tradicional para amenizar las 2 o 3 horas de protocolo sanitario.

De hecho, este último procedimiento se sospecha que no es más que un teatrillo, una mera formalidad dedicada a convencer a los extranjeros de que Cuba es ‘el país más seguro para vacacionar durante la pandemia de coronavirus’, cuando en realidad todo forma parte de una estrategia de marketing maquiavélica y oportunista que ha provocado rebrotes de la enfermedad en Ciego de Ávila y en Cárdenas, Matanzas (donde viven la mayoría de los empleados de los destinos turísticos de los cayos Coco y Guillermo y de Varadero).

Mientras, los cubanos en centros de aislamiento estatales reclaman por el hacinamiento en el que se ven obligados a dormir, por la carencia de medios de protección individual y por el resto de condiciones por las que los propios médicos aseguran que las posibilidades de contagiarse aumentan en comparación con los confinamientos domiciliarios.

Un cubano aislado en la Escuela Vocacional Lenin, en Arroyo Naranjo (La Habana), denunció la falta de higiene y de desinfección que se mantiene en los baños y demás áreas públicas, la falta de profesionalidad de los encargados de la alimentación, quienes envían el desayuno y el almuerzo con el primero que llega a recogerlo, y la merienda, encima, la cobran a 5 CUP, además de que las cosas que la familia envíe deben ser entregadas antes de las 10:00 am, cuando la institución educacional se halla en una de las áreas más apartadas de la periferia (no por nada es una famosísima beca) y el transporte se ha afectado en las últimas semanas por la falta de petróleo. Muchos se sumergen en graves depresiones mientras están «presos» allí.

Y las diferencias de trato no solo existen entre los protocolos y los centros de aislamiento que reciben los extranjeros y los que reciben los cubanos que viajan hacia el interior de la isla, sino también con los nacionales de a pie, quienes son atosigados con graves multas por sentarse un minuto en el parque luego de una larga caminata, por fumar mientras esperan largas horas en una cola por algún producto esencial o por bajarse el nasobuco un momento para tomar agua bajo el calor sofocante que ni en invierno se disipa en Cuba.

Testimonios en redes sociales evidencian el descontento de la población en los centros de aislamiento.

Algunos hasta rememoran con estas anécdotas los duros tiempos de las décadas del 80 y 90 en que recluían a los enfermos de SIDA y portadores de VIH en «sanatorios». El mismo Dr. Francisco Durán García, cara familiar de todas las mañanas desde hace casi un año, fue nombrado director del reclusorio de Santiago de las Vegas (1991-1994).

Entretanto, el Noticiero Nacional escoge reportar desde aquellos recintos con mejores condiciones y menores poblaciones de aislados, lo que garantiza un mínimo de condiciones para la estancia, aunque deban llevar sus propios medios de protección personal, y quedan fuera del foco la montaña de quejas y los pequeños disturbios emergidos en estas instalaciones.

Lo que sí aparece en cada medio y red social gubernamental es la “paradisíaca” presencia de turistas extranjeros en hoteles cubanos.

Por el momento, cada vez se torna más complicado, en cuestiones de asistencia médica, la seguridad total, acrecentándose la decepción a la par que el convencimiento de que solo si se es “importante” e “influyente” se puede esperar una atención y un trato dignos, como aquellos que fueron prometidos en primera instancia hace 62 años. Nadie ha sido testificado que haya visto a un dirigente en la cola del pollo, o buscando desesperadamente un medicamento común, o internado en un centro de aislamiento.


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