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La misteriosa historia de Antonio Ciacciofera, el italiano que regresó de Cuba decapitado y sin órganos

Antonio Ciacciofera fue un joven italiano exitoso, nacido en Palermo (Sicilia), con un cargo importante en un banco italiano importante con apenas 24 años de edad, sin problemas económicos ni personales y sin enemigos, pero que llegó a su tierra natal en una urna de cartón y sin órganos luego de vacacionar en Cuba.

Michele Ciacciofera, hermano mayor y famoso artista residente en Francia, solo recuerda que Antonio partió para Cuba el 13 de mayo de 1994, después de haber visitado la isla en noviembre de 1993; hubo un accidente de tránsito el 16 de mayo y murió 3 días después.

Confesó que la familia nunca creyó en la versión de los hechos que las autoridades cubanas le extendieron porque se contradecían constantemente, además de que el estado del cadáver hacía dudar de la causa de la muerte del supuesto accidente.

La familia ha sufrido de serias desgracias después de la muerte de Antonio: la enfermedad y posterior muerte del patriarca familiar, la grave situación de salud de la madre, el aborto involuntario de la esposa del artista cuando esta llevaba seis meses de gestación, el delicado estado de salud del otro hermano.

Michele contó que la familia decidió continuar presionando y preguntando a los responsables en Cuba para conocer las verdaderas circunstancias de la muerte de Antonio, y esta historia se volvió fácilmente titular en todos los medios italianos importantes de la época.

El cuerpo sin vida de Antonio llegó a sus seres queridos sin absolutamente ningún órgano, ni siquiera el cerebro, y presentaba heridas por todo el cuerpo; además, la destreza con la que se realizó la autopista en Cuba podría ser considerada como una de las peores de la historia porque dejó al muchacho casi irreconocible, y con tal destrozo, era imposible llevar a cabo mayores investigaciones en Italia.

Resultaba muy claro que las autoridades cubanas no deseaban colaborar, y las sutiles presiones del Gobierno de la isla obligaron a la magistratura de Palermo a cerrar el caso en el año 1996.

El entonces alcalde de Palermo, Leoluca Orlando, realizó varias gestiones e incluso escribió al propio Fidel Castro, pero las únicas respuestas devueltas fueron las presuntas evidencias de la hipótesis del accidente automovilístico, a manos del entonces jefe del departamento legal de la cancillería de Cuba con funciones de viceministro y del embajador de Cuba en Italia, José Peraza Chapeau y Mario Rodríguez Martínez, respectivamente.

Tras mucho tiempo de insistencia, la familia Ciacciofera comenzó a recibir serias amenazas y atosigamientos por parte de enviados cubanos, los que se dedicaron durante 10 largos años a amenazarlos de muerte, realizar llamadas nocturnas constantes para no dejarlos dormir y asustarlos, intentar varias intrusiones nocturnas en sus casas, etc.

El Gobierno de Castro siempre se opuso a las peticiones de registro del supuesto vehículo accidentado y demás investigaciones. Estos funcionarios cubanos intentaron también sobornar a la familia por su silencio en reiteradas ocasiones.

El cadáver de Antonio estaba tan demacrado que su familia solo lo pudo reconocer a través de los cabellos y de la radiografía de los dientes.

Michele explicó que una gran contradicción en la reconstrucción de los hechos presentada por Cuba fue que Antonio tuvo el accidente el día 16 al mediodía, pero el auto alquilado fue devuelto sin ningún daño a las 13.00 horas al punto de Transautos y así se detalla en el recibo de entrega que llegó a Italia entre las pertenencias de Antonio.

El joven fue decapitado y tenía fracturas por todos lados, y el médico legal que se ocupó de la autopsia en Italia aseguró que los traumas del cuerpo eran incompatibles con los de un accidente de tránsito, pues esas consecuencias solo pudieran haber pasado dentro de un vehículo si este hubiese caído por un barranco.

Entre las tantas incompatibilidades de las respuestas cubanas, también se hallaban las de las versiones sobre los daños sufridos por los otros pasajeros del automóvil: Ana López Ribas y Ana Cerceda Costales (ambas españolas) y Tomás Lauzarique Castillo (cubano).

Cuba alegó que en el accidente, la conductora (Ana López) sufrió una fractura de columna vertebral de gravedad que le inhabilitaría las funciones motoras (mientras que los otros dos no sufrieron daños), cuando ella actualmente camina con normalidad; además del supuesto proceso penal que abriría la Fiscalía General cubana contra esta por el delito de «homicidio en carretera» (por como supuestamente iba conduciendo el auto), pero nunca se ha querido dar más explicaciones al respecto porque dicho caso nunca se abrió.

Hubo otras inconsistencias como detalles en la historia que fueron evolucionando y que, en las últimas versiones, involucraba al militarismo cubano.

Michele destacó que no había ni una sola mancha de sangre en la ropa de Antonio, pero únicamente las suelas de los zapatos eran las que presentaban restos de esta sustancia, como si hubiera pisado sobre su propia sangre.

Pero, sobre todo, lo más inquietante e inexplicable fue la llamada que Ana López realizó a Michele el día siguiente de la muerte de Antonio para confesarle que en Cuba estaba en peligro y que se había refugiado en el consulado italiano (algo extraño porque ella es española), y le dijo que le explicaría todo después (cosa que nunca pasó), pero dejó bien claro que no debía creer la versión de los hechos que le darían.

A 26 años del suceso, Michele no se da por vencido y continúa buscando la verdad sobre el misterioso fallecimiento, es decir, asesinato de su hermano.


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