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La carne de cerdo desaparecida, ya alcanza los 100 pesos cubanos por libra en el mercado negro

No es para nadie un secreto que la carencia alimenticia en Cuba ha sido una epidemia por varias décadas, pero este fenómeno se ha agravado en los últimos meses considerablemente, si se compara con la situación que se vivía en Cuba hace un par de años. Los alimentos de origen animal, y especialmente de cerdo, han desaparecido del panorama oficial, pues ya solo se pueden encontrar (y con dificultad) en el mercado negro y a exorbitantes precios.

El que se considerada como uno de los componentes claves en la mesa del cubano, y sobre todo en tiempos de festejos, ahora brilla por su ausencia.

Algunos ciudadanos han manifestado que esta carne se vende «como si fuera droga»: en muy altas cotizaciones y en modo clandestino. En cuestión de semanas, la libra de carne de puerco ha ido de 70 CUP a 100 CUP.

José Antonio, un joven proveedor que vive con sus padres jubilados y enfermos en Mayarí (Holguín), declaró que se demoró varios días en dar con un contacto que pudiera suministrar el producto y, cuando por fin le trajeron una pierna a su domicilio, la gestión fue tan sigilosa y precavida que parecía que se trataba de «droga o carne de vaca».

Aseguró que los involucrados en el negocio están tomando muchas preocupaciones para no ser víctimas de multas de 5.000 CUP o de decomisos.

Aunque la escasez de alimentos continúa incrementándose en el territorio, el Gobierno ha preferido mantener el fuerte control sobre todos los procesos de producción, distribución y venta de productos alimenticios.

No obstante, se conoce que esta crisis se podría (al menos) aminorar con la concesión de algunas libertades a los productores agrícolas y ganaderos independientes, como la de libre comercio.

Los productores privados están obligados a ceder la totalidad de su mercancía a comerciar, para que el Estado les pague un monto que muchas veces ni siquiera cubre la inversión en insumos.

La situación ha llegado al punto de ni siquiera pagar lo prometido a los campesinos, con los que el Gobierno mantiene deudas de meses o años.

Algunos sobrellevan el contexto vendiendo clandestinamente su mercancía, lo que implica grandes riesgos de multas excesivas, decomiso de los productos, animales e incluso hectáreas de tierra en el caso de ser aprehendidos.

José concluyó comentando que se vio obligado a comprarla a 100 CUP la libra, pues su padre no puede comer frijoles de tarde y le hace, en cambio, un bistecito. Lo logró gracias a la ayuda que le proporciona su hermano, que reside fuera del país.

Una jubilada del Ministerio del Interior (MININT), Caridad Torres, mencionó que hasta la población es la que, en ocasiones, denuncia a los vendedores que sobrepasan los precios topados, aunque la realidad es que si no caen en el delito de subir los precios por encima de lo establecido, no generan ganancias para sobrevivir, mucho menos para invertir en la materia prima. Por ello, Caridad advirtió que irán mermando cada vez más los que ejerzan la actividad porque, si se trabaja según la ley, «te vuelves un delincuente y trabajas para perder; nadie quiere eso”.

Entretanto, la población cubana continúa sufriendo la escasez de alimentos, panorama que se prolongará si el Estado sigue ahogando la pequeña producción entre insumos costosos y multas injustificadas.


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