El desabastecimiento en Cuba no es problema únicamente de los alimentos, los medicamentos o los artículos de aseo personal, sino también de la vestimenta y el calzado, imposibles de encontrar en cualquier otro comercio que no sea en Moneda Libremente Convertible (MLC), y allí tampoco hay suficiente ni variada oferta.
Da igual género, edad, talla, forma o color, encontrar una pieza de vestir en estos momentos resulta una tarea casi imposible, y en la muy remota posibilidad de hallar una buena oferta, la cifra a pagar es tan alta que te hace replantearte tus prioridades: vestir o comer, una de las dos opciones de esta disyuntiva se perjudicará.
Pronto se cumplirá un año desde que la industria ligera y la venta de bienes de menor necesidad (ropa, calzado, piezas de ferretería, equipos electrodomésticos, cosméticos, etc) se paralizara casi completamente en el país.
La primera gran razón de la evolución de este problema se dio en marzo de 2020 con la llegada de la pandemia de coronavirus a la isla, cuando el Estado decidió cerrar todos los comercios que no se dedicaran específicamente a la venta de alimentos y productos de primera necesidad.
Luego se comenzó a implantar la reforma general económica cubana conocida como «Tarea Ordenamiento», que influyó gravemente en esta cuestión, tanto por la desmedida subida de precios como por la unificación monetaria. Cuando las tiendas y mercados reabrieron, pasaron a operar en MLC.
Asimismo, las «mulas» se vieron críticamente afectadas por las medidas tomadas para frenar el avance de la pandemia en el territorio nacional (cierre total de los aeropuertos para vuelos internacionales por 7 meses y, luego, restricción de los vuelos provenientes de los mayores destinos para la importación independiente cubana).
Vendedores de La Cuevita, famoso mercado habanero al aire libre, aseguraron que los decomisos y las multas de la Aduana ya habían logrado reducir el negocio de las mulas desde antes de la llegada del virus de la COVID-19 a Cuba.
El déficit de piezas de vasto consumo para la población cubana se fue acrecentando gradualmente hasta la situación que se vive hoy.
Por supuesto, que el Estado haya sostenido un larga cadena de impagos contra los importadores internacionales de la industria ligera que negociaban con Cuba y que se hayan visto obligados a retirarse no ayudó en el asunto.
Otra vía para adquirir vestuario y calzado muy concurrida por la población son los Mercados Artesanales Industriales, los cuales venden ropa reciclada y que también están cerrados por la misma serie de impagos.
Tres grandes maquiladoras o fábricas textiles fueron inauguradas en la década del 70, y queda poco de ellas a día de hoy.
La textilera Celia Sánchez, por ejemplo, está casi completamente descontinuada, con tecnología de la antigua Unión Soviética que ahora solo produce algunos tejidos, entre los que se encuentran antisépticos para módulos de canastilla, o tela para frazadas de piso.
Gran parte de las naves se usan actualmente para almacenar mercancía de otras empresas como Escambray y Almacenes Universales SA.
Incluso así, la escasez de materias primas y las roturas en la maquinaria afecta aún más el proceso productivo, salvado gracias a la inventiva de los mecánicos que innovan para continuar con equipos muy deteriorados.
Entre los trabajadores las inconformidades con muchas: mientras la operadora Rafaela Rivera menciona que «los salarios siguen siendo pobres porque están ajustados al cumplimiento del plan de producción», el operario Ulises Rodríguez criticó el hecho de que la contaminación por polvo y el ruido perjudican a los trabajadores.


