La Habana, ciudad que se jactaba de tener uno de los mejores sistemas de transporte público del mundo antes de 1959, ahora podría recuperar algunas tradiciones de la época, como la de los carretones, calesas, quitrines y tranvías tirados por caballos: la parte importante es la del caballo (o cualquier otro animal de carga), pues el panorama de esta crisis económica se está tornando cada día más oscuro en este aspecto.
Como en casi todas las ciudades del interior de la isla, se convertirá en común en la capital el hecho de ver a todos transportándose por la ciudad en bicicleta, carretón, o en caballo con montura y todo, porque estos serán los principales medios de transportación.
El transporte público en Cuba es un dolor de cabeza constante, que se agrava por lapsos de tiempo, pero nunca llega verdaderamente a mejorar. Luego de la conocida «coyuntura» de septiembre de 2019, la crisis solo ha ido a peor.
La historia señala que en 1958, en La Habana habían 1,5 millones de habitantes y se contaba con unos 2.400 ómnibus y unos 3.500 taxis, mientras que La Habana de hoy tiene 2,1 millones de habitantes y están activas menos de 500 guaguas, que cuentan con el apoyo de unos 2.300 taxistas privados, que ejercen con los mismos automóviles de la década del 50 y 40.
Antes del 59, Cuba había sido la pionera de Latinoamérica en todo lo referente a transportación: primera ciudad en tener tranvías eléctricos (1900), en tener automóviles en circulación (1900), en tener trenes de pasajeros y carga (1ra de Iberoamérica y 3ra en el mundo) (1837), en tener tranvías tirados por caballos (1862).
Todas las compañías que se dedicaban al negocio de los ómnibus en La Habna ofrecían un servicio de excelencia, con frecuencias que diferían entre 5 y 10 minutos, y el pasaje costaba 8 centavos.
Los testimonios sobre la época cuentan que en la intersección de las céntricas calles de Infanta y San Lázaro se armaban colas de guagua esperando por personas para transportar, por las 8 o 9 rutas que paraban allí.
Pero la nueva era del transporte público en la isla no fue tan esplendorosa como la anterior. Allí las colas comenzaron a ser de personas, esas colas que todo cubano bien conoce: todos malhumorados, abrumados, nerviosos porque la guagua no llega, pero llegó una que al menos te adelanta y dudas severamente en si montarte o esperar por la que mejor te sirve, y solo te montas cuando la guagua tiene capacidad, y eso no es muy problable en horas pico.
Pese a algunas importaciones o donaciones de material a esta industria ocurridas desde el 59, ya no hay piezas de repuesto, ni organización, ni cuidado, ni atención, ni disciplina, ni capital.
Estos vehículos importados, dado que no son propiedad de nadie en específico, están constantemente inmersos en un proceso de deterioro, acarreado por la falta de piezas de repuesto y de mantenimiento apropiado, desorganización, guagüeros con salarios miserables y la apatía laboral de los trabajadores estatales.
Y en este contexto en que surgieron los «camellos», especie de rastra que remolcaba un intento de autobús sin ventilación que emergió del ingenio de crisis del cubano, es decir, que fueron fabricados sin el rigor técnico que llevaba.
La empresa Metrobus registra que, solo para intentar proveer un servicio mejor a la capital, se precisan 20 rutas, cada una con más de 30 guaguas, que en el horario pico tengan una frecuencia de entre tres y diez minutos. Sin embargo, solo existen 16 rutas y con no tantos carros, que circulan con una frecuencia promedio de entre treinta minutos y una hora.
Y, por si fuera poco, el Gobierno interpone una serie de multas a los taxistas privados, imponiendo topes de precio que solo les permiten salir a flote con su negocio, no generar ganancias necesarias para comer y comprar artículos esenciales, amén de que las autoridades hayan hechos rebajas especiales de combustible para cuentapropistas.
También han aumentado los precios de las llantas y de todos los requerimientos que autos con más de 60 años pueden necesitar para su mantenimiento; esos autos que solo siguen rodando por las calles gracias a la inventiva de los mecánicos cubanos.
Mientras, el Estando anda corto en divisas para importar nuevos vehículos, piezas o combustible, y China suspendió, encima, el abastecimiento de piezas para los ómnibus Yutong. Mejor nos acostumbramos a andar, porque el país no va «sobre ruedas» precisamente.
