María, una ama de casa del reparto Primero de Enero, en Mayarí, Holguín, se quejó con fuerza sobre la subida de precios y su oposición al comportamiento del poder adquisitivo de la población, en lo que intentaba comprar unas «galletas de pan».
Los salarios han subido con la llegada de la Tarea Ordenamiento, eso nadie lo discute, pero los nuevos precios se han incrementado muchísimo más en comparación, lo que casi invalida la primera acción. Todo esto se agrava también con las problemáticas del desabastecimiento general y la inflación causada por la unificación monetaria y la llegada de la imperante Moneda Libremente Convertible (MLC).
María comentó indignada que no quería adquirir ese «invento» que no era pan ni galleta, pero era lo que había y, a veces, ni lo hay. Hay que hacer largas esperas por este ‘mata hambre’ que ahora cuesta 70 centavos, cuando en diciembre estaba a 45 y era más grande.
También protestó por los dulces que en esa panadería elaboran, que aumentaron más de 5 veces en valor monetario, pero que siguen conteniendo esas bolitas de bicarbonato crudo entre la masa, y que todo el que los haya probado siente escalofríos de recordarlo.
María lamentó que por mucha indignación que las circunstancias generen, hay comprar lo que se pueda, no lo que se quiera.
La pensión de un jubilado de la industria del níquel, Gustavo, subió a casi 2.000 CUP, pero tuvo que abonar 645 por el servicio de electricidad. El problema radica en que los habitantes de Mayarí, unos 106.000, no tienen más opción que cocinar con dispositivos eléctricos porque en esa localidad no existe servicio de gas licuado en balitas.
Gustavo declaró que utilizó otros 600 CUP en pagar los productos de la libreta de abstecimiento, y el resto de la pensión le fue suficiente para 3 o 4 días, porque el resto de los alimentos que necesita para comer el resto del mes está mucho más caro en la calle.
En el municipio se extendió con rapidez el rumor de que un campesino del barrio de Guayabo iba a recoger su cosecha de boniatos durante el fin de semana, por lo que se presentó una multitud desaforada frente a su casa el domingo bien temprano para intentar comprar. El hombre no logró satisfacer la demanda.
El productor comentó que lamentó no poder venderles algo a las personas que iban llegando, pero que debe entregar obligatoriamente el compromiso con Acopio porque en estos momentos las autoridades están muy alertas a cualquier infracción, amenazando con cuantiosas multas y hasta el decomiso de tierras.
Añadió que, como es fin de mes, hubo algunos que se le acercaron ofreciendo comprarle la lata de boniato por casi el doble de su precio, que en la calle solo se encuentra caro y «escondido como si fuera carne de res», pero no se quiso aprovechar.
También cara y escasa es la carne porcina, que antes se exhibía en los mercados colgada en ganchos para atraer a los compradores.
Ni en un recorrido exhaustivo por toda la ciudad cabecera de Mayarí se logra encontrar un solo trabajador por cuenta propia que oferte carne de puerco a la población. Con los topes impuestos por el Estado, el precio del cerdo en pie supera al de la carne ya lista para la venta y el consumo.
Únicamente a público «de confianza» es que algunos vendedores proveen clandestinamente la carne limpia, y siguen siendo comunes las sanciones financieras y la carne incautada a cuentapropistas furtivos por las delaciones de clientes insatisfechos.
El nivel de vida de la población se ha visto deteriorado de forma considerable debido a la inflación sin precedentes que se está dando en el país debido a la implantación de la Tarea Ordenamiento, que no ha hecho más que generar distorsión en los mercados estatales y alternativos.
