La intersección de las calles Infanta y San Lázaro, en la capital cubana, está inundada por las aguas albañales que brotan desde hace una semana de la céntrica y célebre librería Alma Mater, la que se encuentra cerrada al público debido a estos problemas sanitarios.
Los transeúntes pasan de puntillas por la acera para intentar no ensuciarse con el pestilente líquido. Las aguas oscuras que atraviesan la puerta principal de la librería universitaria convierten el hermoso piso de granito en una horripilante fosa. Todos, al pasar, se aprietan el barbijo al rostro para que, además de una medida de protección contra el coronavirus, sirva también como forma de no olisquear semejantes hedores.
Lamentablemente, esto no resulta un escenario novedoso, pues el local ha experimentado múltiples cierres por las problemáticas con el sistema de drenaje del edificio de apartamentos de la que constituye base.
Una reparación del centro fue concluida en octubre del 2020, pero ya ha tenido que volver a clausurarse por los mismos problemas.
Los clientes del correo que se ubica a pocos metros de la librería se quejan por el olor, quienes aseguran que la pestilencia se les pega en la vestimenta y en el olfato y se lo llevan consigo.
En la puerta se puede leer el cartel de «cerrado», justo debajo del anterior horario de prestación de servicios: de lunes a viernes y a media jornada los sábados. La desteñida cara de José Martí, la que se halla en un viejo afiche sobre las vidrieras sucias y rellenas de trozos de papel de estraza, dirige su mirada, casualmente, al portal inundado.
Las aguas cayendo a chorros dentro del centro se pueden escuchar desde la calle, y se conoce que la filtración ha colapsado gran parte del falso techo, el que yace a trozos sobre el suelo. No obstante, en su página de Facebook oficial no hay mención sobre su estado actual; solo se pueden observar múltiples imágenes de la gran bibliografía universitaria que solía ostentar.
Una de sus trabajadoras declara que el almacén del sótano de la librería está totalmente inundado, y las gestiones realizadas por parte del colectivo de empleados han sido en vano. Ella advirtió que este problema puede causar un foco grave de infección y de daños a la salud de los que conviven en el edificio.
De hecho, los residentes no pueden soportar más la situación, pues se producen roturas parecidas cada dos por tres. La actual avería se piensa que se dio por culpa del deterioro estructural del edificio, pero se sospecha que los convivientes tuvieron algo que ver.
La famosa tienda Lámparas Quesada, un ícono habanero de mediados del siglo XX, solía hallarse en esa ubicación. En ella se solían ofertar todo tipo de electrodomésticos y decoraciones del hogar, la que fue nacionalizada con el triunfo de la Revolución.
Este local, ubicado en una de las esquinas más céntricas de la ciudad y limitando en la frontera entre el barrio de El Vedado y la populosa Centro Habana, constituye hoy un punto alegórico de la capital. El ahora intransitable portal fue una vez destino fijo del célebre personaje del Caballero de París.
La librería como tal fue inaugurada en el año 2013 tras décadas de abandono. Esta tenía un salón de navegación por la intranet y una pequeña sala para eventos y conferencias. Los estantes fueron prontamente cubiertos por excesos ideológicos.
Las consignas políticas oficialistas abordaron todo tipo de mercancías vendidas en este lugar. El deterioro del local fue colmando poco a poco la esquina, hasta la llegada final de las aguas albañales.
