La Tarea Ordenamiento sumó muchos problemas económicos a la situacion actual del cubano, pero provocó, sobre todo, dolores de cabeza y hasta depresión entre los ciudadanos. Esteban O’Farril Gómez tiene 75 años de edad y se halla severamente decaído por conocer los nuevos valores de los fármacos, pues los padecimientos y achaques causados por casi 40 años de ardua labor en refinerías lo hacen dependiente de cantidades industriales de ciertos medicamentos.
Esteban depende clínicamente del Naproxeno de 250mg por su artrosis, y ahora el fármaco cuesta 137,20 CUP.
El viejo O’Farril declaró que, al enterarse del asunto, tuvo un ataque agudo de ansiedad acompañado de una descompensación de la presión arterial. Los doctores le recetaron Alprazolam o Sertralina, y no fue hasta que llegó a la farmacia que las encargadas le informaron que la última se encuentra en falta a nivel nacional desde hace casi un año.
Tanto la Sertralina (medicamento controlado) como el Alprazolam escasean hasta en el mercado negro cubano. La buena noticia es que ninguno de los dos medicamentos aumentó de precio.
O’Farril Gómez se sintió humillado al notar que con la pensión de jubilación de trabajar toda la vida y dedicar 40 años al sistema, no llega ni para «comprarte una soga». Su pensión es de 1.580 CUP
Según él, entre los precios de las medicinas y su grave escasez, muchos ancianos se «morirán en cámara lenta».
El jefe de la Comisión de Implementación y Desarrollo de los Lineamientos del PCC, Marino Murillo Jorge, declaró anteriormente que la responsabilidad de velar y soportar económicamente a los cubanos de la tercera edad no puede recaer solo en «el Estado cubano».
Según el funcionario, todos los ancianos de Cuba cuentan con un adulto en la familia y él sería quien debería hacerse cargo, hecho que no podría alejarse más de la realidad, dado que existen miles de personas frágiles y añejas en el país que no tuvieron hijos, o su familia entera está fuera del país, o son los tutores legales de sus nietos (quienes aún estudian), etc; hay muchos que tienen familiares pero estos los desatienden completamente porque no fueron los mejores padres o las mejores personas en su juventud y los resienten, o porque los jóvenes son directamente irresponsables.
Para concluir, Murillo añadió el insignificante lema del Gobierno: «ningún cubano quedará desamparado».
Los casi cien habaneros encuestados compartieron el criterio de que sus palabras redondearon en el cinismo que el Estado cubano defiende como bandera, el que utiliza la Salud Pública y la atención al débil como una burda excusa que ni siquiera se esmera en consolidar.
Pese a que, supuestamente, los nuevos precios están pensados que se paguen por «familiares preocupados y solidarios», la realidad reafirma que serán pagados por chequeras y salarios mínimos.
Uno de los analgésicos, antiinflamatorios y antirreumáticos más demandados del país, el Diclofenaco de sodio, cuesta ahora 243,35 CUP.
Las farmacias desoladas de mercancía a menudo cuentan con la compañía de docenas de ancianos esperando pacientemente durante semanas y meses, esperanzados con que entre el fármaco del que depende para controlar sus achaques.
La Sulfasalazina, que también está «en falta», ahora vale 136,50 CUP.
Antes ya había carencia de medicinas por los problemas con la importación de la materia prima necesaria para elaborar los productos en Cuba, pero se suman ahora el incremento de los valores y la interrupción del trabajo en los laboratorios farmacéuticos nacionales acusa de la pandemia de coronavirus.
Las empleadas de las farmacias capitalinas aseguraron que los únicos fármacos que no han sufrido un cambio de valor han sido los «controlados por tarjeta».
La administradora de una farmacia del Cerro indicó que la escasez de medicamentos de producción nacional no se debe a tmeas de corrupción ni de desvío de recursos, porque, de ser así, el mercado informal estaría lleno de ofertas de estos productos, y allí solo hay medicamentos importados.
La funcionaria admitió y se solidarizó con el enojo de la población con precios como el de un frasco de Dicloroisocianurato de Sodio (450 tabletas efervescentes de hipoclorito), que actualmente cuesta 61,20 CUP. Encima, el Benzoato de Bencilo, que es válido como reemplazo y que se cotiza en 13,60 CUP, está «en falta».
Los fármacos más requeridos y con elevación en su precio son: Amoxicilina (129,15 CUP), la Azitromicina (150,15 CUP), la Cefalexina (162,25 CUP), la Cimetidina (84,70 CUP), el Fluconazol (477,75), la Oxacilina (149,75) y el Truabin (396,80).
Xiomara Guzmán Otamendi, una maestra en una escuela primaria, dijo que los medicamentos más básicos y que le recetan desde hace años para tratar sus padecimientos crónicos (Cimetidina, 84,70 CUP, Dipirona, 47,80 e Ibuprofeno, 53,25) no los podría costear con su salario «de caricatura».
Ella advirtió que una calidad alimenticia deficiente y los problemas con las medicinas, implicará más enfermos dentro de un envejecimiento poblacional acelerado.


