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Ante el aumento de precios, muchos cubanos ahora tendrán que decidir si alimentarse o comprar los medicamentos que necesitan

Guantes para desechar que no acaban en el cubo de la basura, antihigiénicas jeringuillas de cristal que nuevamente reposan en encimeras hospitalarias, y un «no» rotundo que brotan de las bocas de enfermeras cuando alguien requiere de un medicamento.

Esa fue la realidad en un 2020 del que nos despedimos sin mucha nostalgia, sin mayor dilación, sin recordar tiempo porque no los hubo, porque no existieron, por lo menos, para la gran mayoría.

Los medicamentos escasean en un ambiente donde se precisa un mayor abastecimiento a nivel intrahospitalario y en las farmacias locales, pues importa tanto tratar las vidas marcadas por el coronavirus como los catarros que se convierten en dolencias más serias por la mala atención.

 

En el año 2019, el promedio de medicinas faltantes fue de 63, situación que claramente se agravó en el 2020, que en los meses más gravos alcanzó más de 90.

El jefe de Hospitales en Granma, Dr. Dumar Rosales, comentó en octubre que faltaban 163 de los 268 fármacos que debían estar presentes en las farmacias.

El funcionario denunció además que el programa Materno Infantil (PMI) se encuentra entre los proyectos más afectados, con 18 renglones que constan de problemas con las materias primas y los proveedores. A este se suman el de Nefrología, el de Cardiología y el de atención al grave, con 21 renglones deficitarios; todo achacado al bloqueo estadounidense sobre la isla. Resaltó que se vieron obligados a remitir pacientes a provincias aledañas.

A pesar de este panorama, los precios de algunos medicamentos se ve multiplicado 12 veces debido a la Tarea Ordenamiento y sus reformas económicas.

Una gran cantidad de fármacos se mantienen financiados por el presupuesto del Estado y otros aumentaron su precio para, más o menos, alcanzar los establecidos en el mercado internacional.

Este «gasto social» le cuesta al Gobierno 250 dólares por persona al año, o eso es lo que el mismo le dedica al sector, significativamente inferior a los presupuestos para la salud pública en otros países, por lo que resultan comprensible las deficiencias y desabastecimientos.

Un ejemplo claro es la enfermedad denominada Herpes Zoster o culebrilla, relacionada con problemas de inmunodepresión por déficit alimentario,cuyo tratamiento consta de dos tubos de aciclovir en crema, 200 pastillas de aciclovir y Truabin, que es inyectable. La suma, por la cual se administrará los fármacos que se precisan, es de 2 131 CUP que, no solo supera el salario mínimo, sino que también no incluye los analgésicos y psicofármacos que también son requeridos.

Los cubanos se verán a partir de ahora entre la espada y la pared para decidir entre comprar comida o medicinas, y ¡que la suerte lo acompañe para siquiera encontrarlos!


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