Las tradiciones de fin de año en Cuba son sagradas y disímiles, siempre acompañadas de familia y diversión. La confección del Año Viejo para luego quemarlo como símbolo de buen augurio, de dejar atrás y mirar al futuro, luego está el darle la vuelta a la manzana con maletas para tener buena fortuna y poder viajar, el tirar el cubo de agua, echar a volar tiros, petardos y cualquier cosa que explote, las llamadas telefónicas de felicitación a las 12 en punto, el grandioso festín (que lleva más de un día de preparación entre el adobo y el horno, y si es de carbón o leña, mejor), el brindis… Toda Cuba lo celebra como quiere.
Hay quienes lo celebran en círculos cerrados, otros reúnen a todos los familiares que encuentren en la misma casa y se ponen todos a la faena. Unos con el congrí, otros con el puerco y otros con la yuca o los tostones, otros con el fuego, otros con la cerveza y la música, y el resto, sobre todo los niños, con el muñeco (la yerba, los trapos, los pantalones, la camisa, botas muy usadas, la cabeza de coco o pelota, y el toque final, la gorra o el sombrero de yarey); definitivamente, hace falta un batallón de gente para preparar el fin de año. Por supuesto, este año el Año Viejo tiene que llevar nasobuco, pues es el símbolo de este año que finaliza para absolutamente todos los habitantes de este planeta.
Esta festividad no podrá contar con tanta gente y las familias no se podrán reunir, pero eso no significa que no se podrá disfrutar de la celebración como se merece. El nasobuco en el rostro del Año Viejo nos recuerda que todavía hay que protegerse por el bien de todos y que el 2021 también se pronostica epidemiado.
El Año Viejo atestigua la fiesta, expectante a las 12 para ser desecho en la fogata que se iniciará en el patio de la casa o en el medio de la calle incluso, para celebrar entonces que el año terminó y para desear verdadera felicidad, salud, paz y prosperidad para el nuevo año.


