Aunque a veces puede llegar incluso a resultar un tanto difícil de creer, el cubano de buen corazón aún prolifera en la Isla.
La historia publicada por esta periodista de la nación caribeña es una prueba de esto y deja en evidencia la parte más hermosa de las redes sociales.
De acuerdo a la información que ha salido a la luz, todo comenzó cuando Rouslyn Navia Jordán encontró el carnet de identidad de un anciano en la puerta de su casa, y luego realizó una publicación en su perfil de Facebook para dar con él y devolvérselo.
Al hacer esto, descubrió que al hombre lo habían cartereado en un autobús, y que no solo había perdido el carnet, sino que también le habían sustraído lo que quizás eran los últimos 200 pesos con los que contaba para subsistir.
Varios cubanos colaboraron para Alcides Quiala Martínez no solo recuperar su carnet y sus doscientos pesos, sino también una billetera nueva y unos 900 pesos en total.
Una historia real, cubana, y que hoy puede ayudarle a sonreír, donde quiera que se encuentre:
«En la esquina hay una mata de aguacate», me explicó hoy por teléfono cuando le pedí una referencia para encontrar su casa. No necesité mucho más. Además, Alcides me esperaba en el portal como habíamos acordado. Cuando me vio llegar, debajo de la lluvia, me confesó que había pensado que ya no iría. Se había puesto de pie, apoyado en su bastón, y cortésmente me ofreció su sillón. Me rehusé. Le rogué que se sentara porque tenía una sorpresa para él. Ya por teléfono le había contado cómo las redes sociales me habían ayudado a encontrarlo. Está vez le conté de toda la gente que, conmovida por la amarga experiencia sufrida, había decidido reponer el dinero robado.
Le ofrecí entonces una billetera nueva, donde previamente había guardado su carnet. «Fueron muchos los que quisieron devolverle la alegría», le dije entonces. «Por eso en lugar de los 200 pesos que le robaron, ahí va a encontrar 900 pesos». Alcides se llevó las manos a las rodillas, reprimiendo una palabra que no llegó a sonar más allá de su garganta. No pudo ocultar cierto temblor cuando, incapaz ahora de permanecer en el sillón, se levantó emocionado. «Me da vueltas la cabeza», dijo sonriendo nervioso. Y caminó unos pasos por el portal. Alcides destila humildad por cada poro, estaba feliz y no sabía cómo expresarlo.
Yo tenía que despedirme, mi Dylan me reclamaba con un llanto desde el carro, dónde lo había dejado en los brazos del padre (y ese tirano no admite demoras). «Llámame mañana», me pidió Alcides desde el portal. Le prometí que lo haría. Cuando me alejaba, lo vi mirar con incredulidad la billetera en sus manos. Alejandro, que me había acompañado todo el tiempo, ya en el camino a casa me comentó «qué mala es la persona que le robó a ese viejito».
«Lo importante, hijo mío, es que los buenos somos más».


