En Surinam se enciende el panorama. Este viernes se reunieron alrededor de 1.200 cubanos para exigir pruebas de coronavirus y la aplicación de vacunas de fiebre amarilla por parte de ese gobierno. Esto es necesario para ser entonces capaces de salir en caravana, a partir del 1ro de diciembre, hacia los EEUU.
Primero atravesarán Guyana y seguirán por Brasil. Esta constituye la primera vez en que una caravana de migrantes se dispone a recorrer más de 10.000 kilómetros para llegar a la frontera de la nación norteamericana.
Cientos de pancartas se asomaron en los alrededores de uno de sus centros de salud con lemas como «De que nos vamos, nos vamos» o «Hasta el yuma no paramos”. Las autoridades sanitarias de Surinam se negaron a obedecer cualquier tipo de demanda.
Aparentemente, en ese país es gratis someterse al examen PCR, pero decidieron cobrárselo a los cubanos. No queda claro si esta decisión se debe a su permanencia alegal o transitoria en el territorio o a una cañona de ese gobierno.
Después de mucha insistencia por parte de la caravana y atención mediática, los responsables sanitarios accedieron a pagar por las pruebas, pero la vacuna fue solo aplicada a 10 o 12 niños cubanos. Cubanos alegan que fueron aproximados por algunos de los miembros del personal sanitario, quienes, aprovechando la desesperación de los emigrantes, demandaron comida y dinero para resolverles la prueba. Lo prometido no se llevó a cabo y terminaron siendo estafados.
La situación de los cubanos en Surinam en el momento es «muy precaria»: la renta, la comida, el aseo, el transporte y demás gastos periódicos e imprescindibles han crecido exponencialmente; es por esto que deciden marchar. Saben que el trayecto será difícil, cargan con personas frágiles y no pueden predecir cuánto tardará, pero tienen fe en que llegarán con éxito a su destino.
