Al cubano para jodedor y burlón hay que mandarlo a buscar y si la cosa involucra a los «pinchos» del país pues la cosa se pone más salsosa todavía.
El turno para ocupar la diana le toca ahora al presidente Miguel Díaz-Canel, quien desde el pasado lunes retomó los recorrido que venía haciendo por las provincias para detectar «problemas» y que habían quedado suspendido desde la llegada del coronavirus al país.
Sin embargo, parece que las tantas reuniones detrás de una silla y la vida sedentaria están pasándole factura, pues los cubanos no han perdido de vista lo apretaditas que le quedan las camisas que suele usar habitualmente.
Al mandatario le hace falta renovar armario, cosa que no creemos que le resulte muy difícil, o ponerse a dieta junto a su esposa, Lis Cuesta, quien también adolece de andar pasadita de peso.
La imagen del hombre atlético que mostraba Díaz-Canel antes de asumir la presidencia del país se ha ido perdiendo y no creemos que ahora le sea tan sencillo ponerse a jugar baloncesto con un grupo de alumnos como lo hiciera a mediados de 2018, cuando visitó la ciudad de Santiago de Cuba.
Pero es que en general casi todos los dirigentes cubanos adolecen del mismo mal y mientras más van escalando en la línea de poder más le va creciendo su panza, como si resultara algo directamente proporcional.
¿Será que por ser «pinchos» la asignación de los mandados por su libreta de abastecimiento es mejor que la del resto? ¿O le darán algunas libras de arroz, azúcar o huevos de más por el cargo que ocupan? Hay quien dice que hasta tienen una cuentecita en MLC para poder comprar en las nuevas tiendas que ellos mismos han abierto, pero eso no me lo creo, porque si de algo pecan los «pinchos» cubanos es de ser honestos e incorruptibles…
