El antiguo balneario de San Miguel de los Baños en Matanzas, inaugurado hace casi 90 años, fue, con justicia, conocido en su esplendor como El Paraíso de Cuba.
Hoy lo que fuera maravilla y orgullo ha quedado reducido a un montón de escombros que impiden el aprovechamiento de sus aguas mineromedicinales.
En la época en que Matanzas era un emporio azucarero lleno de pequeños ingenios por doquier, existía en la jurisdicción de Limonar, uno muy pequeño en el que laboraba un esclavo de nombre Miguel que producto de varias dolencias quedó inútil para el trabajo.
Afectado de una dolencia intestinal y con una pierna llena de ulceras desapareció un día. Los amos no se tomaron ni el trabajo de buscarlo, pues un esclavo en las condiciones en las que se encontraba Miguel valía realmente muy poco. Incluso muchos creyeron que el esclavo había decidido buscar la muerte en la soledad del campo.
Pero Miguel regreso y regresó sano para el asombro de todos en el ingenio. Contó que se había curado gracias a unos manantiales cercanos a la cueva en que se había refugiado (y que hoy se conoce como La Cueva del Negro).
Impresionados por lo que juzgaban como un verdadero milagro los propios amos y sus amigos comenzaron a frecuentar los manantiales y escogieron el lugar para que con las aguas fueran tratados los negros enfermos.
La calidad de las aguas de San Miguel de los Baños fue confirmada por el Dr. Joaquín F. de Aeulle, Decano de la Facultad de Farmacia de la Universidad de La Habana, quien en 1868 analizó las aguas y certificó que eran apropiadas para la curación de las enfermedades digestivas y urinarias, así como para la artritis y las afecciones de la piel.
Tan famosas fueron las aguas de San Miguel de los Baños que 1892 la Diputación Provincial de Matanzas las declaró como de Utilidad Pública y recomendó la construcción de caminos que la hicieran accesibles a los enfermos.
En 1906 llegó a San Miguel de los Baños el Dr. Manuel Abril Ochoa cuyo nombre, desde entonces, estaría ligado a la historia del balneario.
Ochoa debía someterse a tratamiento de las vías digestivas por órdenes médicas y tan bien le sentaron las aguas que decidió quedarse en el lugar y adquirir terrenos para fomentar una estación acorde a las propiedades esplendidas de las aguas de San Miguel de los Baños.
Para cumplir su propósito viajó por Europa instruyéndose del funcionamiento de estas instalaciones y 1912 comenzó la construcción del Balneario, cuyas obras finalizaron casi dos décadas después en 1929.
La edificación era maravillosa, un verdadero palacio en medio de la campiña cubana. El edificio fue obra del ingeniero Alfredo Colley, quien había tomado parte en la edificación del Balneario de Monte Carlo.
El hotel balneario hizo que el pequeño pueblo de San Miguel de los Baños viviera una época de verdadero esplendor. En el paradisíaco lugar se reunían los más conspicuos personajes de la sociedad cubana para descansar, curar alguna dolencia, hacer excursiones a caballos, practicar la natación o jugar al tenis.
Así transcurrió la vida republicana del Balneario de San Miguel de los Baños hasta que el triunfo de la Revolución Cubana marcó el inicio del fin.
En enero de 1962 el balneario fue entregado por su propietario el Dr. Ochoa al Gobierno cubano que lo administró por tres décadas en las que se fue acumulando el deterioro de la instalación.
Según Elsa Matilde Sánchez Serra, quien trabajo como economista en el Balneario por 13 años (1978 – hasta su cierre en 1991) el hotel vendía entre 60 000 y 90 000 pesos al año y prestaba servicios a miles de turistas cubanos y extranjeros.
Para los que viven en el pueblo haber dejado que se convirtiera en ruinas uno de los edificios más hermosos de Cuba es un crimen imperdonable:
“No existe una palabra para describirlo porque no hay nada más cruel que verlo tal como está. Ese Balneario no lo ha deteriorado el tiempo, porque a pesar de que se inauguró hace 88 años existen instalaciones a las que, por brindársele la atención necesaria, ya cuentan 300 años de historia. Ha sido la mano del hombre la que ha llevado a la ruina a ese coloso único en Cuba”, expresa Delfina Alpízar Dávila, Licenciada en Educación e historiadora de San Miguel de los Baños.
Para ella lo que sucedió con el Balneario no fue otra cosa que un vandalismo autorizado, pues la autoridades de Jovellanos no sólo no preservaron el lugar, sino que permitieron su destrucción sistemática: “Allí se llevaron todo; desde las mismas autoridades hasta el propio pueblo matancero. No se llevaron las cúpulas porque pesaban mucho para echárselas al hombro; aunque en San Miguel tampoco se tuvo el sentido de pertenencia para evitarlo”.
En 2008 la tesis del arquitecto Eric Denis Falcón sobre la rehabilitación de centros históricos de la provincia de Matanzas llamó la atención de las autoridades de la provincia y una empresa del MININT en coordinación con el MINSAP comenzó la obra de rescatar el balneario. Sin embargo, no se avanzó más allá del anteproyecto, pues en 2015 la empresa del MININT cambió su objeto social y al final no hizo nada en el balneario.
La propiedad del inmueble pasó entonces al MINSAP que comenzó a gestionar un nuevo proyecto de rehabilitación del balneario.
“El nuevo proyecto tiene como objetivo la restauración y puesta en funcionamiento del Balneario de San Miguel. Es importante dejar claro que San Miguel necesita detener el deterioro, así como conservar el ecosistema, pues el termalismo no es solo el agua, sino también el ambiente, ese constituye su encanto: el clima, la temperatura, la localización, la flora y fauna”, expresó la Doctora Olga Lidia Sosa Rodríguez, funcionaria de la Dirección Provincial de Salud quien atiende actualmente el proyecto de San Miguel de los Baños.
Según Sosa Rodríguez entre 2016 y 2018 se presentó el proyecto a todos los niveles para tratar de aunar voluntades que impidan que se pierdan los manantiales de San Miguel de los Baños.
A pesar de que el hotel del balneario hace casi 30 años que cerró sus puertas, cubanos y extranjero siguen acudiendo a San Miguel de los Baños atraídos por la bondad de sus aguas. Para ellos se sirven de dos de los cinco manantiales que todavía vierten agua, pues tres se encuentran en estado de tupición.
Todavía muchos sueñan con que el palacio que un día fue el hotel balneario de San Miguel de los Baños recupera algo de su antiguo esplendor. Entre ellos el que fuera su último administrador, Idalberto Cabrera Acosta, quien asegura que, mientras que la construcción que le dio origen se mantenga en pie… “no hay nada perdido”.
