InicioCuba CuriosaVeteranos de guerra, los hombres olvidados por el Gobierno cubano

Veteranos de guerra, los hombres olvidados por el Gobierno cubano

En 1975, cuando Angola proclamó su independencia de Portugal, Cuba comenzó a mandar tropas a esa nación africana. En abril del siguiente año, los combatientes cubanos recibieron allí la visita del ministro de las fuerzas armadas, Raúl Castro. En aquella ocasión, le acompañaban algunas destacadas figuras del ámbito militar en la Isla, entre ellos Rogelio Acevedo, quien fuera luego acusado de corrupción un defenestrado de su cargo a inicios de 2010.

Han pasado varias décadas desde aquel entonces, sin embargo, aún quedan veteranos de la guerra angolana que se mantienen fieles al gobierno cubano.

Un ejemplo de esto es el caso de Renato, quien ya tiene más de 70 años en sus costillas, pero asegura que prefiere una y mil veces que la Isla se hunda en el mar, antes que de que regrese al capitalismo.

Existen algunos ancianos que pelearon en Angola y que todavía duermen con el cuchillo bajo la almohada. Que a nadie se le ocurre hablarles de democracia a ellos, ya que aseguran que quien quiera el poder tiene que arrebatarlo a tiros.

Los de ellos es acatar órdenes, da igual al acto repudio que los convoquen, allí están ellos como parte de esa barricada con la que cuenta el gobierno para este tipo de asuntos.

El llamado síndrome del fusil también les ha pasado factura a estos veteranos de guerra, cuyo principal mecanismo de escape es reunirse en el local de la asociación de combatientes para rememorar viejas historias de cuando fueron jóvenes y curtidos oficiales.

Para estos abuelos, recordar aquellos días de gloria es una especie de combustible que les da fuerza. A Renato ya las fuerzas le flaquean y tiene más achaques que el Morro. A diario bebe ron y se fuma par de cajetillas de cigarro.

“Él ya no cambia, se va a morir así. Defendiendo la causa y saliéndole al paso a cualquiera que no apoye la revolución”, cuenta su esposa Marta, quien ha estado a su lado durante más de cuarenta años.

“Es la manera en que le gusta entretenerse. Algunos se ponen a discutir de pelota, hacer mandos o cuidar a los nietos, pero a mi papá lo que lo llena es participar en simulacros de bombardeos yanquis o intervenciones. El aquello que las calles sean de los revolucionarios, se lo toma con demasiado celo”, asegura Ernesto, uno de sus cinco hijos.

En su barrio ven a Renato como una especie de loco o bufón al que le dan cuerda para que se ponga a contar historias y hacer el día con él. Cuando en los domingos de la defensa sale vestido con su informe de miliciano y un sinfín de medallas colgadas en el pecho, los más jóvenes se burlan de él y le gritan que si los marines ven una tropa así, se mean de la risa y le cogen lástima.

Al igual de los demás sectores de la población en Cuba, los veteranos de guerra también sufren de los rigores de las carencias económicas. La mayoría de las casas de estos necesitan pintura, tienen muebles viejos y en su refrigerador sobran los pomos plásticos de agua.

Lo más triste del caso es que ni siquiera puede intentar conseguir alimentos por “debajo del telón” porque los mercachifles los conocen y temen que se vaya a “ir de lengua” y les ponga el negocio malo. Es por eso que sus familiares son quienes tienen que resolver lo que se lleva a mesa.

Luego de almorzar, sin tener la más remota idea de donde salen los alimentos, el viejo Renato marcha al encuentro de sus viejos compañeros de armas, por si ese día hay alguna nueva orden que cumplir.


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