Someter a una prueba a cada turista extranjero que arribe al país y limitar sus contactos con los cubanos. Esta es la prudente estrategia que Cuba diseñó para abrir sus fronteras al turismo, el motor de su economía, aunque es probable que eso no ocurra antes de agosto.
Las primeras etapas del desconfinamiento, anunciadas el miércoles y cuyos detalles se darían a conocer este jueves, prevén una recuperación gradual en las próximas semanas del turismo, el comercio y el transporte público, paralizados desde finales de marzo.
El plan consiste en permitir, en un primer momento, solo el turismo nacional y, luego, cuando se reabran las fronteras, recibir a los visitantes extranjeros en los hoteles con ofertas de todo incluido ubicados en los cayos, los pequeños y paradisíacos islotes que bordean Cuba.
La Habana y el resto del país quedarán reservados temporalmente solo para los cubanos y los extranjeros residentes.
Cuba entra ahora en una etapa “de recuperación poscovid-19, que lleva implícito ir regresando a la mayor normalidad posible”, dijo el miércoles el presidente Miguel Díaz-Canel, tras subrayar que “la pandemia está bajo control”.
Pero la cautela se impone: “No va a haber una apertura brusca en la primera fase”, advirtió el primer ministro, Manuel Marrero, quien recalcó la obligación de llevar mascarillas en la calle.
Las autoridades no han informado aún sobre la fecha de reanudación de los vuelos comerciales internacionales, pero, según la información publicada por la aviación de la Isla, no se espera que sea antes del 1.° de agosto.
Cuando se reanuden los vuelos, los turistas serán examinados a su llegada al país y se les tomará la temperatura. Asimismo, se reforzará la vigilancia epidemiológica en los hoteles, donde la ocupación será limitada.


