Nelson Aguilar tiene en la azotea de su casa en La Habana una gran cría de conejos que antes le vendía a los restaurantes, pero desde que están cerrados por el coronavirus ha decidido comenzar a intercambiarlos por comida o por detergente, y así evitar las largas filas en las tiendas para comprar estos productos.
A sus 70 años, Aguilar no es el único en Cuba que ha recurrido al trueque para poder conseguir los productos que necesita. Ya sea en persona o través de las redes sociales, son muchos los que los que estos momentos, con la crisis de escasez, han visto una solución en esta antigua opción de comercio.
«Después que los restaurantes cerraron ahora los conejos los crío para que coma mi familia y para intercambiarlos (…) No me gusta hacer filas y más con esta situación del coronavirus. Antes de venderlo, y tener que hacer la cola en una tienda para comprar algo, prefiero cambiarlos por detergente o lo que me haga falta», comentó Aguilar a la agencia Reuters.
«Hasta ahora, no he hecho ni una sola cola», agregó, feliz por su método que tan buenos resultados le está dando.
Aunque la escasez en Cuba ya era marcada antes de la llegada de la pandemia del coronavirus a Cuba, la actual situación epidemiológica ha empeorado las largas colas en los centros comerciales para poder obtener cualquier producto básico.
La suspensión del turismo internacional, la ralentización de las remesas y los altos costos de los envíos el parón en los vuelos comerciales, ha enfrentado a la población en la Isla a la peor crisis económica en décadas, tras la caída del campo socialista y el recordado período especial.
Aunque el Gobierno parece haber logrado contener la propagación del virus en casi todo el país, no ha podido hacer igual con las necesidad de la población, a pesar del vano intento de regular y agregar cada día más productos a la libreta de racionamiento.
Lo del trueque no es nuevo para los cubanos, pues cuando la caída de la Unión Soviética, entonces el principal socio comercial de la Isla, los cubanos intercambiaban tabacos y ron por productos enlatados a los marineros mercantes que llegaban al país en la década de 1970 y 1980.
Y durante el período especial de la década 1990, los campesinos cubanos cambiaron frutas y verduras por productos manufacturados de los habitantes de la ciudad. En esas épocas, se llegó a cambiar hasta una bicicleta china por un cerdo.
