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Los cubanos recurren nuevamente al «chispa´etren» en medio de la pandemia del coronavirus

Hace algunas semanas que Rodolfo Cabrera, de 48 años, se mantenía asistiendo a un local adjunto a una iglesia católica de Centro Habana que se había destinado a acoger las reuniones del grupo de alcohólico anónimos.

«Me iba bien, porque tenía mucho apoyo del grupo, pero ahora han suspendido los encuentros con esto de la pandemia», comentó Cabrera.

Algunos expertos han alertado del aumento del consumo de alcohol en los hogares durante la actual crisis sanitaria debido al brote de coronavirus, la cual ha traído como consecuencia que algunas personas como Cabrera, hayan tenido una recaída con el alcohol.

«Luché mucho los primeros días, pero no puede mantenerme limpio», añadió.

Desde el aislamiento en su hogar, y al cuidado de su madre que padece de Alzheimer, Cabrera una vez más se refugió en la botella. Al no poder costearse una botella de Havana Club, pues la obra en la que trabajaba como albañil quedó suspendida hasta nuevo aviso, este cubano apeló a un viejo conocido de los bebedores en la Isla: el chispa´etren.

Esta “bebida”, preparada en la mayor parte de los casos con alcohol robado de la red de farmacias, también es conocida como Hueso de tigre, mofuco, warfarina, chispa de tren o champán de hamaca.

Aunque la clientela de esta bebida de factura casera ha mermado con el paso de los años, el confinamiento social y la restricción de venta de productos no imprescindibles ha hecho que resurja como el ave Fénix.

«Puede que no sean conscientes del problema y de la cantidad real de alcohol que están consumiendo, porque la rutina del encierro distorsiona aún más sus percepciones», advierte la doctora Camila Hechavarría, quien colabora con uno de estos grupos de Alcohólicos Anónimos gestionados por la iglesia.

«Me preocupan mucho los recién llegados al grupo que apenas habían comenzado a reconocer que tienen un problema de exceso de consumo de alcohol y ahora todo se ha interrumpido y no sabemos si están tomando más que antes o si ya han tenido algún episodio de violencia asociado a esta práctica», añade Hechavarría.

Con el cierre de bares y restaurantes para frenar la propagación del coronavirus, la venta de bebidas alcohólicas ha quedado muy restringida, porque las tiendas de alimentación apenas venden otra cosa que alimentos y productos de aseo y los negocios que llevan comida a domicilio no reparten vino, cerveza ni otros destilados.

«A veces la persona está sola y sufre episodios depresivos por no tener a nadie más cerca, pero en otros casos reside en una vivienda con problemas de hacinamiento y conflictos familiares severos. Todo eso la puede llevar a la ansiedad, los problemas de sueño, la agitación y la falta de esperanzas que pueden empujarla a recurrir al alcohol», describe Hechevarría.


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