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Cubana recuperada del coronavirus en Trinidad dice que el daño más grande que tiene es psicológico

En horas de la mañana del pasado 18 de marzo la vida le cambio a la arquitecta Nancy Benítez Vázquez, cuando en la puerta de su casa en Trinidad, los médicos le dijeron que tenía una hora para hacer la maleta que el estadounidense había dado positivo al coronavirus.

Habían pasado unos cuatro días desde que Nancy, como tantas veces, había servido de guía a un grupo de turistas que llegan mediante la agencia Cuba Educational Travel para recorrer las calles de Trinidad.

En esta ocasión, se trató de un grupo de nueve fotógrafos, a los cuales, según cuenta, le parece estarlos viendo aun mientras captan con sus lentes la cúpula de la iglesia La Santísima Trinidad, al anciano de la esquina que no deja de rasgar la guitarra, a los perros que custodian la Plaza Mayor y hasta las piedras del lugar.

En sus recuerdos con los visitantes resalta el de aquel señor más alto que los demás y que tosía frecuentemente.

“Recuerdo momentos en los que el hombre estornudó y tosió sin ponerse la mano en la boca, en una galería que estábamos como medio juntos. Le dije al guía: Mira, ese señor está estornudando, y él me dice: ‘Sí, tú sabes que yo me fijé en eso también’. Pero todavía no estaba la alerta, la alarma tan grande, aunque ya en Trinidad había sucedido lo de los italianos”, contó Nancy.

En una de las noches una llamada hizo que la preocupación la invadiera por completo. El hombre de la tos había comenzado a sentirse mal y lo habían trasladado a la Clínica Internacional de Trinidad.

“Me pongo en contacto con el presidente de esa agencia y le cuento lo que había sucedido, le dije: Ahora estoy un poco preocupada, pero no me va a tocar a mí porque el grupo lleva juntos varios días y si el hombre es positivo no me va a tocar a mí. Yo solo lo vi tres horas, no le toqué ni una mano y, sin embargo, la única persona que dio positiva fui yo”.

Desde el 14 de marzo que tuvo contacto con los extranjeros Nancy no volvió a salir de su casa, lo haría días después cuando la ambulancia la trasladaba para el Hospital Provincial de Rehabilitación.

“Al llegar le dije: Doctora, yo tengo un poquito de tos seca y más nada —que yo se la achacaba a un catarro muy malo que había pasado 15 días antes— y cuando ella oyó eso me pusieron para la parte de los pacientes con síntomas”, rememora Nancy.

“Pero ya ahí ingresada me sentí como que el cuerpo no lo tenía bien, un malestar, febrícula, la garganta mala; me daba así como un dolor en la espalda, era una sensación extraña y ya yo esa noche comencé a pensar que yo podía tener el virus”.

Hasta ese momento todo era tan solo un presentimiento, pero luego sus dudas quedaron disipadas cuando las doctoras vestidas de verde se pararon frente a su cama.

“La doctora me dijo: ‘Tienes 2 minutos para que recojas, que hay que trasladarte para Santa Clara’. Me puse muy nerviosa, recogí todo, traté de comer y la otra gente de Trinidad, que estaba ingresada y me veía por las ventanas, mientras me iba me llamaban: ‘Nancy, ¿por qué te vas a esta hora?’, y yo no podía hablar, cuando llegué a la ambulancia le pasé un mensaje a una y le puse: Yo soy positiva”, contó.

Según contó Nancy, la misma noche que ingresó comenzó el tratamiento, pero el Interferón le provocó escalofríos y dolor de cabeza, por lo que no pudo dormir nada, y desde ese entonces sus noches fueron muy difíciles.

“De noche no se podía dormir bien, siempre oías los botellones de oxígeno por el pasillo para los que estaban mal, sentías la tos tan fuerte de aquella gente que es una tos que te sale así del alma y no puedes y te ahoga”.

Al cabo de los 14 días de ingreso, el martes 31 de marzo le volvieron a hacer el PCR.

En ese momento el doctor que la atendía le dijo que era negativa y que saldría ese mismo día.

Durante su ingreso a Nancy no le faltó el apoyo de su familia, quien desde el otro lado de la línea telefónica la hacían sentir como si estuviese junto a ellos y le decían que cuando menos lo imaginara saldría de toda esa situación.

“Mi hija llevó el peso de todo esto para mí y para la familia, yo sabía que estaba sufriendo, pero ella era la que aparentaba una fortaleza increíble y me daba ánimos”.

Sin embargo, Nancy reconoce que hay dolores que cuestan superar:

“El daño más grande que tengo es psicológico. Las personas que nos hemos salvado de la COVID-19, que es una enfermedad muy dura, tenemos que recuperarnos de esto.


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