Didier Acosta es un cuentapropista matancero, dueño de un negocio de impresión y encuadernación… pero su esposa es doctora y dicen que el amor mueve montañas. Así lo supo cuando ella llegó hace unas semanas a la casa y le comentó sobre la preocupación que tenían para cuidar el rostro de los médicos que trabajaban junto a ella en la sala de terapia intensiva donde hay pacientes infectados con coronavirus.
«Me puse rápidamente a buscar por Internet y encontré algunos modelos de máscaras protectoras que se podían fabricar en la casa. Contacte rápidamente con amigos de la universidad y entre todos encontramos la solución. Desempolvé una impresora en 3D que tenia, revisé los tutoriales y comencé… Así salieron las primeras 13 caretas fabricadas por mis manos», recuerda Didier.
A simple vista, cualquiera pensaría que estas máscaras son implementos sencillos. Una parte protege el rostro y evita el contacto con las microgotas que contienen el virus, mientras otra sirve para fijarla en la cabeza de médicos y enfermeras. Sin embargo, existe mucho aquí de ingenio y estudio.
Ingeniero Eléctrico, graduado en la Universidad de Matanzas, está familiarizado con el mundo de la tecnología. Al comienzo utilizó el mismo material que empleaba para la encuadernación de tesis, pero se le agotó muy rápido y se dio cuenta que de allí no podía seguir produciendo las caretas.
Así se sumaron dos cuentapropistas más y entre todos ampliaron la idea inicial: utilizarían recortería de policloruro de vinilo —el conocido PVC— para confeccionar algunas piezas de las máscaras de forma artesanal. Sin embargo, aun debían solucionar el problema de la carencia de materiales para la parte transparente, un asunto que resolvieron con la inventiva propia de los cubanos.
«Nos dimos cuenta que podíamos utilizar pomos plásticos de refresco para crear la parte frontal de la pieza y enseguida nos pusimos en función. Dimos mil vueltas y comenzaron a aparecer los pomos.
Para estos grabadores, fotógrafos, rotulistas, impresores o mecanógrafos, de pronto no existía más prioridad que poner todo su ingenio al servicio de la salud.
Hasta el momento ya han entregado más de cien máscaras y la aceptación de médicos y enfermeras lo deja satisfecho.
“Al menos cubrimos la demanda básica, aunque queremos más. La idea la socializamos en un grupo que varios trabajadores por cuenta propia tenemos en WhatsApp y casi enseguida se volvió viral. Todos comenzaron a aportar diseños y propuestas de nuevos materiales. Estamos listos para seguir», dice entusiasmado este cuentapropista cubano, quien ya esta listo para seguir dandole batalla al coronavirus con sus manos.
