El rockero cubano Javier “El Pollo” ha hecho a un lado temporalmente su trabajo en la música para sumarse a la lucha en el país contra el coronavirus. Más allá de su labor como vocalista y fundador de la banda Luces Verdes, Javier es microbiólogo, y trabaja desde hace un tiempo en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK), en La Habana.
A pesar que se especializada en hongos y bacterias, y no en virus, El Pollo se ofreció para apoyar en el estudio de las muestras de los pacientes sospechosos de la pandemia y se encuentra trabajando 24 horas y descansando 72 en la zona roja del IPK.
“Son literalmente 24 horas, una vez adentro casi no descansamos, el volumen de muestras que procesamos es inmenso”, dice Javier.
Un transporte los recoge bien temprano y ya las 8:00 am se encuentran en la instalación para realizar la reunión con el grupo de guardia que sale y luego poner manos a la obra.
“Vemos qué pasó el día anterior, qué quedó pendiente… Tratamos de terminar el trabajo, pero a veces no se puede, y el grupo del siguiente debe hacerlo. A veces el volumen de muestras es demasiado grande, o se rompe algún equipo”, añadió.
De acuerdo a Javier, el IPK actualmente no solo se limita a analizar las muestras de la zona occidental del país, ya que refiere que también han recibido análisis del centro y el oriente.
Luego de someterse a un estricto protocolo de seguridad, Javier y sus compañeras se colocan las escafandras, las gafas de protección, los guantes dobles y los respiradores N95.
“El virus en sí es de riesgo dos, pero por el impacto que ha tenido en el mundo decidimos tratarlo como si fuera de riesgo tres. Nos vestimos afuera, en un cuarto especial, hecho para eso. Del cuarto pasamos a un transfer y del transfer a los laboratorios. Está prohibido llevar anillos, cadenas o celulares. Además, la ropa que utilizamos debajo de las escafandras no es la que traemos puesta, nos dan una especie de pijamas verdes”, cuenta.
Javier pertenece al grupo que realizan el proceso de extracción de ácidos nucleicos, es decir, de ARN, para luego someter las muestras al PCR, cuyas siglas en inglés significan “reacción en cadena de la polimerasa”. Es el principal método que se utiliza para diagnosticar el virus.
Cuando comenzó a realizar las guardias en el IPK procesaba junto a sus compañeros unas 400 muestras diarias… ahora ya trabajan con casi el doble.
«En mi ultima guardia tuvimos que procesar casi 1000. Tenemos una tecnología avanzada que nos facilita la extracción, pero igual es un reto procesar tantas muestras, y procesarlas bien. Las escafandras dan calor, para empezar, aunque tengamos aire acondicionado. Son muy incómodas. Las gafas a veces se empañan. Y del estrés de trabajar bajo riesgo biológico mejor ni hablar. Aunque estemos bien protegidos siempre existe la posibilidad de infección. Y tenemos el peso de la responsabilidad, un solo diagnóstico equivocado puede significar perder la vida de una persona”, explica este joven cubano, cuya vida pasó de estar detrás de un microfono a estar detrás de un microscopio.
Cuando pase todo esto, quiere volver a reunirse con su banda y dar conciertos de rock, ante su publico, pues desde que comenzó el aislamiento todos ellos se sumaron a la campaña de quedarse en casa.
