Una madre cubana, identificada como Irma Ramírez Quiñonez, no pudo disfrutar de la emoción de abrazar a sus seres queridos tras regresar a la Isla desde Estados Unidos, ya que la situación con el coronavirus en el país obliga a que las personas que entran al territorio permanezcan aisladas para evitar un mayor brote de esta pandemia.
«¡Qué más quisiera yo que abrazar a mi hija ahora mismo, pero sé que debo comportarme y estar aquí porque todo esto es por su bien y el de muchas personas. Se trata de tener conciencia individual», confesó Quiñonez.
Ella estaba consciente que su llegada a Cuba sería muy distinta a las otras veces que había viajado a la Isla, ya que en estos momentos se encuentran implementados una serie de controles encaminados a evitar la propagación de la COVID-19.
«Desde que te bajas del avión y entras en la terminal te fumigan EL equipaje, te atienden muy bien, están pendientes… Después te buscan el transporte y la policía te escolta hasta que llegas a tu lugar de origen», explicó esta cubana.
Sin lugar a dudas lo más difícil para ella fue no poder ver a su hija Dilayla y a su esposo Pedro en las afueras del aeropuerto como siempre suelen hacerlo cuando ella regresa de un viaje. No obstante, Irma comprendió esa ausencia y, en el fondo se sintió mucho más tranquila.
«Me trasladaron directamente en una guagua hasta la Villa Internacional Aguas Claras, centro que en Vueltabajo está destinado a alojar a quienes llegamos de otros países. Aquí nos recibieron médicos y enfermeras, enseguida nos tomaron los signos vitales y nos llevaron hasta las cabañas, donde estaremos por 14 días», cuenta Ramírez.
Según detalla Ramírez, en las instalaciones se han implementado reglas muy estrictas evitar el contagio. Entre ellas la de no salir de las cabañas, no utilizar el aire acondicionado y no hacer uso de los teléfonos colectivo.
«Realmente me siento feliz porque no quisiera estar ahora mismo en la calle y hacer que corran riesgo mi hija, mi vecina o cualquier otra persona con la que me relacione», concluyó.
