Leonardo Valdés vive en Amaro, cerca de Santo Domingo, Villa Clara, en el centro de país. Tiene ya 80 años y ha dedicado gran parte de su vida a desandar los montes en busca de tesoros enterrados.
Su obsesión comenzó de niño, con las historias que su padre le contaba sobre José Ramón Artiles, un rico ganadero de la zona que sólo aceptaba oro como pago de sus reses.
Leonardo asegura que toda su fortuna la enterró antes de morir y que todavía se encuentra allí, a la espera de que él la encuentre.
También está convencido de que en los alrededores se encuentra enterrado el tesoro de uno de los condes de Casa Moré que, durante la guerra de los cubanos contra España, escondió toda su fortuna para mantenerla a salvo de los dos bandos.
Al conde lo mataron los guerrilleros cuando huía de su hacienda, pero ya había enterrado el dinero en una finca cercana y no reveló su ubicación.
Con estos derroteros y armado de un detector de metales, Leonardo ha llenado de agujeros casi todas las fincas de los alrededores en las que pudieran encontrarse los tesoros, pero nunca ha encontrado nada.
Leonardo asegura que los montes de Cuba están repletos de botijas enterradas, enormes fortunas, pero también pequeñas cantidades de oro y plata que constituían los ahorros de los campesinos y de los esclavos y que aseguraban bajo tierra, porque en esos tiempos no existían bancos.
Al cazador de tesoros de Amaro no le asustan las historias de muertos y aparecidos. Para él que ha abierto huecos en todas partes se trata sólo de cuentos de camino.
Hasta en los antiguos cementerios de esclavos ha estado dispuesto a cavar, porque los negros enterraban con ellos sus ahorros cuando no podían comprar su libertad.
Sin embargo, por los miedos de la gente nunca ha encontrado a nadie dispuesto a acompañarle.
A pesar de tener más de 80 años, Leonardo está seguro de que encontrará un tesoro. Su mujer lo da por loco. Dice que en décadas de abrir huecos, lo único que ha encontrado ha sido una monedita… e igual se le perdió.




