Antonio Oliva es un cubano de 53 años que vive del reciclaje en La Habana, aunque muchos lo llaman «buzo» pues es capaz de sumergirse en las profundidades de los basureros para buscar las latas y botellas vacías que luego vende al Estado como materia prima, asegurando que muchas veces los que recogen basura ganan más que muchos profesionales que trabajan para el Gobierno.
Las noches de los viernes y los sabados son sus preferidas, pues muchos salen a fiestar a las calles y terminan dejando los restos de las latas y botellas de cervezas por todos lados.
Oliva recorre con su carretilla las calles del Vedado, donde mayor cantidad de cubanos salen a divertirse los fines de semana. En cada basurero cava a través de las pilas de basura y los contendedores desbordados. Allí le toma horas recolectar algunos sacos con sus «tesoros». Como él, hay docenas de cubanos en La Habana, a los que popularmente se les conoce como «buzos».
«Tenemos que trabajar para buscar el dinero, peor sería robar o mendigar por las calles», comentó Oliva a nuestra redacción.
Él no usa guantes y asegura que prefiere bucear en un basurero porque le genera más dinero que muchos trabajos estatales. Sale temprano todas las noches para llegar a los latones de basura antes que pasen los camiones recolectores, aunque ya les ha cogido el tiempo y sabe que con la escasez de combustible que vive el país muchas veces no pasan.
Lo recolectado en toda la semana lo lleva luego a las oficinas de recolección de materias primas, donde el peso de las latas y las botellas de vidrio determinarán su paga.
Dice que está contribuyendo con su esfuerzo al reciclaje en el país, y todas las semanas puede ganar entre 15 y 20 dólares por su labor.
El Gobierno ha dicho que estas empresas que comprar cartón, plástico, acero, cobre y aluminio ayudan a reducir la necesidad de importación del país.
La gestión de la basura sigue siendo un desafío en La Habana. Las calles llenas de basura de la capital cubana durante años se han convertido en una oportunidad para hombres como Oliva.
«Lo increíble aquí es que con este reciclaje masivo, que es obligatorio debido a nuestra pobreza, la empresa estatal de reciclaje todavía tiene muchos problemas para tratar de recolectar desechos sólidos en nuestras ciudades», nos comentó Oliva. «Desde esta perspectiva, su ineficiencia es mucho mayor».


